Sala del restaurante La Masía de Chencho.
Excelente bodega y producto en una antigua casa de labranza
Ángeles Ruiz
Ir a comer a la Masía de Chencho es apostar a caballo ganador. Si atendemos al lleno que registran un día entre semana sus salas y reservados con privacidad para celebrar comidas de negocios, se diría que Elche no ha perdido ni un ápice del esplendor de ciudad industrial y comercial. Alrededor de las mesas las conversaciones giran en torno a contratos, firmas o compraventas, y se reconocen caras de empresarios, de abogados, asesores y algún que otro político.
El fundador de la Masía de Chencho fue Rafael Reyes, andaluz de nacimiento e ilicitano de adopción, que compro allá por los años 80 una vieja casa de labranza y la reformó convirtiéndola en el restaurante de sus sueños. Poco a poco fue decorándola con antigüedades y piezas artísticas, y llenándola del mejor producto. Así logró hacerse con la fama de buena hostelería y llevó al restaurante al Olimpo de los mejores en el ranking de popularidad. Mientras tanto, su hijo Chencho iba creciendo y formándose en el negocio. Se especializó en sumillería, terreno en el que cosechó numerosos premios, entre ellos el de mejor sumiller de la Comunidad Valenciana y el de mejor sumiller de España 2011, una competición en la que participan los mejores de todo el país elegidos por comunidades y provincias. Tan sólo tenía 27 años entonces.

Uno de los espacios interiores del restaurante.
Tristemente, el fundador del negocio, Rafael Reyes, falleció muy pronto, dejando a su familia desconsolada por la pérdida y a Chencho con la tarea de hacer frente al negocio familiar. Y esto han sabido hacerlo muy bien. El local ha experimentado una reforma que lo ha actualizado, pero sin perder su esencia. En su decoración funciona la rusticidad, los muros de piedra y la madera… hasta no nos parece que desentone «la chiquita piconera» de Julio Romero de Torres, que cuelga en las paredes del comedor principal y que era frecuente ver presidiendo allá por los 60 el salón de los humildes hogares españoles.

Pimientos asados y confitados con huevo a baja temperatura y patatas rejilla.
La carta es extensa. Encontraremos una serie de entradas para compartir o individuales que van desde unas clásicas anchoas o salazones como la hueva de mújol, hasta unas croquetas, pasando por mariscos como las ostras, las quisquillas, el bogavante o la gamba roja. Algunas entradas triunfan como los pimientos asados y confitados con huevo a baja temperatura y patatas rejilla o la alcachofa rellena de jamón y setas con foie caramelizado.

Alcachofa rellena de jamón y setas con foie caramelizado.
También conviven con el producto más clásico los toques afrancesados y una ligera innovación, pero medida, bien calibrada, como sucede con el ajo blanco con tartar de quisquilla de arrastre.

Ajoblanco con tartar de quisquillas de arrastre.
Se puede pedir cualquier arroz, saben llevarlos al buen punto. Nos cautivó uno de los más sencillos: el de cebolla y bacalao, un arroz gustoso de origen humilde que recuerda a un arroz al horno con sus patatitas, su tomate y sus garbanzos.

Servicio de sala.
En el capítulo de carnes encontramos desde una ternera de Dakota a la brasa hasta un chuletón de vaca vieja, pero donde de verdad destacan es en la elaboración del steak tartar, plato que les ha dado fama y que elaboran cuidadosamente a la vista del cliente.
En lo referente a vinos, sin duda hay que dejarse llevar por Chencho, quien se ha preocupado de tener una buena bodega abastecida de clásicos así como de referencias no muy conocidas y pertenecientes a bodegas emergentes. Puede sorprender gratamente. La atención en sala es profesional, elegante y amable.
La terraza y el jardín, en las noches de entretiempo, son una delicia.

Interior de la bodega.
Última visita, 18 de enero de 2025
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