Vine, de Alicante

Equi­po de Vine: Eva, Ale­jo y Ale­jan­dra.

Cocina contemporánea en Benalúa: el barrio de “los diez amigos”

Ánge­les Ruiz

Este res­tau­ran­te que reco­men­da­mos por tener una bue­na rela­ción calidad–precio se encuen­tra en el barrio de Bena­lúa, cuya his­to­ria comien­za en 1883 con la socie­dad deno­mi­na­da “los diez ami­gos” crea­da por un gru­po de empren­de­do­res ali­can­ti­nos. El obje­ti­vo era cons­truir el pri­mer barrio moderno de la ciu­dad, con­ce­bi­do como bal­cón al mar, que con­ta­ría con 208 vivien­das dis­tri­bui­das en man­za­nas de 20 casas y todos los ser­vi­cios nece­sa­rios: calles arbo­la­das, mer­ca­do, tran­vía, tea­tro, igle­sia, asi­lo y escue­la… En este his­tó­ri­co barrio han vivi­do ilus­tres ali­can­ti­nos como Gas­tón Cas­te­llo, Gabriel Miró, Oscar Esplá o Figue­ras Pache­co. Tris­te­men­te, Miguel Her­nán­dez falle­ció en el “refor­ma­to­rio de adul­tos”, cen­tro peni­ten­cia­rio que había en el barrio y que, pos­te­rior­men­te, ha alber­ga­do los juz­ga­dos.

La comi­da bien vale un paseo maña­ne­ro por este popu­lo­so barrio, visi­tan­do la repla­ce­ta, el cha­let de aguas, la igle­sia de San Juan y el ficus del Cen­tro de Salud con siglo y medio de edad. Y fue en este entorno, y no en otro, don­de Eva Ferrer, bena­luen­se de pro y coci­ne­ra de pro­fe­sión, soñó siem­pre con abrir su res­tau­ran­te. Lo logró tras tra­ba­jar en La Ere­ta a las órde­nes de Dani Frias y Rafa Moli­na (éste últi­mo aho­ra tam­bién en Bena­lúa, en su Tabu­la Rasa). El nom­bre fue lo últi­mo en lle­gar. Le pusie­ron Vine, por la fra­se valen­cia­na “vine cap ací”,  tam­bién por la simi­li­tud de la pala­bra con vino y por el jue­go de sig­ni­fi­ca­dos “vine para vol­ver”, fra­se que se ha con­ver­ti­do en el slo­gan del res­tau­ran­te.

Más de un año ha pasa­do des­de nues­tra últi­ma visi­ta; enton­ces aca­ba­ban de inau­gu­rar y muchas cosas han mejo­ra­do des­de aque­lla fecha. Por ejem­plo, la dina­mi­za­ción del local. El últi­mo sába­do de cada mes orga­ni­zan una cata mari­da­je (35€) con los comen­sa­les sen­ta­dos en mesa. Aho­ra tra­ba­jan con un menú eje­cu­ti­vo de lunes a jue­ves (25€). La car­ta se cam­bia por tem­po­ra­da y ‚para que los clien­tes habi­tua­les no se abu­rran, hay 6 o 7 suge­ren­cias del día.

Reco­men­da­mos pedir el steak tar­tar, pla­to estre­lla que per­ma­ne­ce en car­ta des­de sus ini­cios. Es una ver­sión de nems (rolli­tos viet­na­mi­tas) fusio­na­da con la rece­ta del file­te tár­ta­ro crea­da por Augus­te Escof­fier y trans­for­ma­do en fin­ger food. Este steak se come de un boca­do, vie­ne envuel­to en oblea de arroz y lo rema­tan con yema de hue­vo y las­ca de que­so par­me­sano.

Nem de steak tar­tar.

Otro hit son las cro­que­tas: de remo­la­cha, de bonia­to y de gaz­pa­cho man­che­go. Reco­men­da­mos sobre todo pro­bar ésta últi­ma.

Cro­que­tas de remo­la­cha, bonia­to y gaz­pa­cho.

La ver­sión del boque­rón en vina­gre es más deli­ca­da que la clá­si­ca, ya que al estar mari­na­do en vina­gre de man­za­na, el ala­droc adquie­re un agra­da­ble toque dul­ce.

Boque­ro­nes en vina­gre de man­za­na.

Las mani­tas y curry es una pla­to logra­do y ori­gi­nal: Se tra­ta de unas milho­jas cru­jien­tes de mani­tas de cer­do relle­nas de gela­ti­na de curry ver­de y mer­me­la­da de cítri­cos que bien podrían ganar un con­cur­so dedi­ca­do a las deli­cias del cer­do.

Mani­tas y curry, con mer­me­la­da de cítri­cos.

El arroz de coci­do en su pun­to, sabro­so y equi­li­bra­do, lo tie­nen en car­ta por­que es el que la madre de Eva Ferrer pre­pa­ra­ba siem­pre en casa. Lo ela­bo­ran con lon­ga­ni­za de la Vega Baja, ya que la fami­lia duran­te varias gene­ra­cio­nes tuvo car­ni­ce­ría en Orihue­la y los pro­duc­tos de matan­za esta­ban muy pre­sen­tes en su rece­ta­rio domés­ti­co.

Arroz de coci­do.

En cam­bio, no nos gus­tó la pas­te­la de pato y ave­lla­nas, ver­sión de la clá­si­ca marro­quí que mez­cla de for­ma armo­nio­sa, lo dul­ce y lo sala­do con el per­fu­me de la cane­la. En este caso tenían que revi­sar el pla­to ya que resul­ta­ba des­la­va­za­do y seco. Toma­ron bue­na nota y en una ter­ce­ra visi­ta ya esta­ba solu­cio­na­do, la pas­te­la logró sabor moruno.

Pas­te­la de pato y ave­lla­nas.

Soli­ci­ta­mos dos pos­tres: Las algas dul­ces, que vie­ne con base de crè­me brû­lée de espi­ru­li­na, y la tar­ta de cho­co­la­te de la Agüe­la. El pri­me­ro es un pos­tre más difí­cil, aun­que tie­ne ori­gi­na­li­dad no es apto para todos los pala­da­res. Es un pos­tre digno de aná­li­sis en psi­co­lo­gía del color en gas­tro­no­mía. Aun­que es ver­de y este color es refle­jo de lo sano aso­cia­do a lo natu­ral, la tona­li­dad es tan curio­sa que recuer­da a lo arti­fi­cial. Defi­ni­ti­va­men­te, nos que­da­mos con la tar­ta de la Agüe­la más pare­ci­da a lo que podría espe­rar­se de un pos­tre.

Un pan cru­jien­te, un acei­te de Ville­na y unos chips de bonia­to, ame­ni­za­ron la entra­da, jun­to a las aten­cio­nes de Este­fa­nía Menar­gues que, sobra­da de expe­rien­cia, sabe poner esti­lo y pro­fe­sio­na­li­dad a la sala. Nos encan­tó la ener­gía e ilu­sión que Eva Ferrer pone en que el res­tau­ran­te crez­ca y pros­pe­re.

Últi­ma visi­ta: 13/06/2024


GALERÍA deta­lla­da (fotos Ánge­les Ruiz):

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