Vestíbulo del restaurante Silvino.
Tradición y autenticidad culinaria
Carlos López
Silvino, como el propio nombre de su dueño, es una casa de comidas, que nutre al público desde 1994. Después de años de trabajo y consolidación, la apuesta por el servicio correcto, localización y manipulación del producto, así como la certeza de realizar una cocina de fuego, tiempo y espera, ha suscitado entre el comensal las ganas de repetir.
Recomendado por un buen amigo, que a su vez es un buen cliente y mejor amigo de la casa, nos dirigimos en agosto hacia un lugar –que adelanto en estas líneas–, de culto hostelero en la provincia de Alicante. En su interior, Encarna Capdepón en cocina y Silvino Rodríguez oficiando la sala, son los responsables de poner en escena, un formato de cocina mediterránea de alta calidad: recepción y acomodo, servicio, tiempos, emplatado, cantidad y calidad de producto.
Silvino es un restaurante que trasmite responsabilidad, paz y tranquilidad, como la presencia de sus dueños; lo primero que viene a la mente es ¡cómo vamos a comer! Situada en el sur de la provincia de Alicante, en la comarca de la Vega Baja del Segura, Almoradí es una localidad conocida por su agricultura e industria, sin olvidar que este municipio desarrolla uno de los sectores hosteleros más importantes de la Vega Baja, solo por detrás de las localidades costeras. Buena ubicación, buena despensa y público exigente (industriales, empresarios y familias) conforman el ambiente del restaurante, cuya recomendación más inmediata es la asombrosa regularidad del oficio de su cocina.
Carta bien estructurada y ordenada en la que, a través de la oferta y sugerencias del día, destacan recetas, sin estridencias ni anacronismos, heredadas en tiempo y hechuras, fielmente ejecutadas y, en su caso, fascinantemente readaptadas e interpretadas.
Su denominador común: los platos de cuchara, basados en la regularidad del excelente producto, su mimo y esmero y puesta en mesa, cuya traducción en boca para el comensal es calidad, bienestar, autenticidad y respeto por sus ingredientes. El tratamiento de cualquier pescado en tiempo y forma es una referencia de su especialización. Entre otras elaboraciones:
Entrantes del mar y la huerta como el Salpicón de dorada y huevos de anchoa, las Alcachofas en escabeche de bonito, los Buñuelos de marisco, el Sepionet de Guardamar con su tinta, cítricos y aceite picual, o el Pulpo roquero al horno con aderezo huertano.
Las omnipresentes Alcachofas, como las que sirven con foie de pato y aroma de hierbabuena, o las salteadas con sepia y gambas, además del Taco de calabacín, parmesano y crema de piquillo, o la Lechuga romana con fresas, aguacate, cebolla y semillas de calabaza.
Arroces por encargo como el de pollo huertano; o el de conejo de huerta y caracoles serranos, además del meloso con bogavante y dorada.
Pescados de bahía y carnes del país en elaboraciones clásicas.
Guisos caseros por encargo: Marmitako de bonito cocido a fuego lento. Guiso de judías con sepia y alcachofas. Olla viuda con alcachofas de nuestra huerta. Gazpacho meloso con rape troceado. Cocido con pollo campero y garbanzos. Guiso de pulpo con alcachofas. Guiso de cabezote (pescado rubio guisado con esmero).
Desarrolla una cocina tradicional bien considerada y tratada de base. Sus matices y sabores nos llevan a una conjunción en boca, repleta de recuerdos nítidos a bienestar y familia. Desarrollan esta cocina con retoques contemporáneos (más que modernos). Cocina sencilla (nada fácil), de ejecución impoluta y sabores redondos, en el que la variedad de productos es enorme. De ello bien se encarga esta familia, dando mimo, trato y manipulado, cuyo resultado es la amplia alternancia de sabores.
En nuestra visita pasó por la mesa:
—Boquerones fríos en vinagre de manzana y patatas fritas caseras. Al pescado azul, terso, brillante y blanquecino, le acompaña un macerado correctamente agrio y equilibrio crocante y salino de las patatas.
—Pan de semillas, con Aove picual Selma. Acompañando al extraordinario pan casero, encontramos en boca un aove repleto de frescor, frutalidad, amargura y picor contenido. Elegancia, untuosidad y redondez palatal.
—Ensaladilla de gamba blanca y huevas de salmón. Conjunto fresco, redondo, suave y delicado, buen contrapunto de la explosión yodada del llamado caviar rojo.
—Chipirones salteados con ajos tiernos. Correcta ejecución de lo que es un salteado, cuyo actor principal, de calibre enjuto, brilla por su ternura y frescura en boca.
—Ensalada de verano huertana. Colorido y frescura, debidamente templada.
—Habichuelas en salsa verde con almejas finas. Pantagruélica elaboración. Visualmente trabada, untuosa; en boca conjunción de huerta y mar, melosa y carnosa, con el toque justo de la salsa verde clásica española. Aunque repetimos este plato, nos quedamos con las ganas de tomar dos “tazones” más.
—Lomitos de salmonete a la plancha con ajetes. Lujuria, delicioso. Cuerpo alargado, tamaño pequeño, lomo terso, color rosado.
—Mosaico dulce: Tarta fría de queso, tarta de manzana templada, leche frita, helados de Alicante. Justo y armonioso carrusel de texturas, sabores y cantidad. Todo sabe a lo que tiene que saber en las elaboraciones dulces tradicionales.
Comprobamos que el arte culinario de sus platos está asociado a una localización geográfica concreta. Quiero reflexionar que este puede ser el legado cultural culinario de este lugar, como una de sus características más destacadas. Aquí se acumulan los platos de enorme raigambre.
Hablamos de una cocina “de base”, lo que entendemos como cocina tradicional, sencilla (no vulgar ni plana) en la que tienen cabida técnicas y productos clásicos de toda la vida, en la que el sabor natural de los alimentos cobra vida a partir de los guisos y la comida a la lumbre, cocinados a fuego durante horas, caracterizada por el aprovechamiento mejorado de los productos frescos y naturales. Esta es la historia y aportación de la cultura popular culinaria de Silvino, cuyos guiños le han servido para ofrecer un catálogo de platos de alta cocina contemporánea.
Notas a tener en cuenta: Mejor reservar para tener sitio. La decoración no te dejará indiferente, algo confusa al principio, pero se respira comodidad y bienestar. Espacio entre mesas óptimo y prudente. Carta de vinos, debidamente estructurada y centrada, con algún vacío en bodega probablemente por el volumen de ventas del verano. El servicio educado, amable, respetuoso, con maneras, pero convendría un punto de protocolo y método para evitar sobre viajes y esperas en el servicio. Todo lo anterior, anecdótico y reconducible, quizás llegan a estas alturas con saturación mental por servicios y comandas.
Silvino es cocina tradicional como estándar de calidad, búsqueda de la perfección en cada plato, gastronomía tradicional como base de la cocina local –los ingredientes locales desempeñan un papel fundamental–, cuya conexión con los productos autóctonos no solo resalta la identidad de la región sino que también garantiza la frescura y calidad de las materias primas empleadas; añade una dimensión única a los platos, que combinan la riqueza de la tierra con la gastronomía tradicional de una localidad. Y es, finalmente, el respeto por la temporalidad de los ingredientes
Silvino, Encarna, familia y equipo; gracias por ser, estar y parecer. Amenazo con volver tan pronto me sea posible de la mano de su socio espiritual, el gran Joaquín Selma.
Visita 8 de agosto de 2024
GALERÍA detallada: