Molí de Xirles, de Polop de la Marina

Ange­li­na Domé­nech y Rafael Gadea.

El Molí de Xirles perdido en la naturaleza

Aquel lugar que en el siglo XX fue una cen­tral eléc­tri­ca aho­ra es un res­tau­ran­te en el que pre­do­mi­nan los pla­tos tra­di­cio­na­les de cucha­ra, arro­ces a leña y bra­sas, en un entorno idí­li­co.

Ánge­les Ruiz

Des­pués de Polop de la Mari­na, siguien­do la carre­te­ra, se encuen­tra la peda­nía de Xir­les. Hay que estar bien aten­tos para no pasar­se la entra­da que des­cen­dien­do en pen­dien­te con­du­ce al Molí de Xir­les. En el siglo XX la abun­dan­cia de agua de sus tres fuen­tes lo con­vir­tie­ron en cen­tral eléc­tri­ca. El río Xir­les, afluen­te del río Gua­da­lest, lle­va­ba un cau­dal de 200 litros por minu­to y su oro­gra­fía gene­ra­ba sal­tos de agua que se apro­ve­cha­ron para cons­truir moli­nos que abas­te­cían de luz a Xir­les y a Polop. Estu­vo en fun­cio­na­mien­to has­ta 1960 y en 1975 se trans­for­mó en res­tau­ran­te.

Como es fácil ima­gi­nar, esa abun­dan­cia de líqui­do ele­men­to no tie­ne mucho que ver con lo que encon­tra­mos hoy. Sin embar­go, el río sigue dis­cu­rrien­do por este pai­sa­je de bos­que medi­te­rrá­neo y el mur­mu­llo de sus aguas, en año de poca llu­via, un hilo sereno, acom­pa­ña­do del can­to de las dis­tin­tas espe­cies de pája­ros que aquí habi­tan, hacen de este lugar un rin­cón idí­li­co. Sin­ce­ra­men­te, ante tan­ta paz cual­quier cosa dig­na nos hubie­ra bas­ta­do, pero la comi­da fue mucho más que eso.

Terra­za del Molí de Xir­les.

Lo pri­me­ro que hay que hacer es soli­ci­tar mesa en la terra­za para dis­fru­tar del entorno. Lo mejor de la car­ta nos pare­cie­ron lo pla­tos de cucha­ra y los ape­ri­ti­vos tra­di­cio­na­les (pul­po a la bra­sa, min­xos, espen­cat, embu­ti­do de Con­fri­des…). Nos gus­tó la olle­ta de blat con la opción de incluir en el pla­to una pelo­ta envuel­ta en col; en nues­tro lar­go deam­bu­lar por res­tau­ran­tes, nun­ca vinos esta opción en nin­gu­na car­ta. La due­ña y coci­ne­ra, Ange­li­na Domé­nech y su mari­do, Rafael Gadea, nos expli­can que son típi­cas del Xir­les y que aho­ra se hacen con más ingre­dien­tes cár­ni­cos, pero que anta­ño –dicen con año­ran­za– en épo­ca de poco con­du­mio “en los hoga­res se ela­bo­ra­ban casi tan sólo con hari­na o pan y que­da­ban bien ricas y jugo­sas”.

Min­xo.

Olle­ta con pelo­ta envuel­ta en col.

Otro acier­to de este local son las bra­sas de leña de enci­na, en las que se pre­pa­ran los arro­ces, el cone­jo, el pollo, las chu­le­tas y los embu­ti­dos (mor­ci­lla y sal­chi­cha). Casi todo aquí hue­le a bra­sa sal­vo algu­na excep­ción como la pale­ti­lla de cor­de­ro, que pre­pa­ran al horno.

Entre los arro­ces des­ta­ca un clá­si­co gana­dor, el arròs amb fesols i naps, una sabía com­bi­na­ción de ver­du­ras y legum­bres. Tam­bién pre­pa­ran arroz con boga­van­te, pae­lla mix­ta, pae­lla de maris­co, de car­ne y ver­du­ras, y arròs del sen­yo­ret.

Equi­po del Molí de Xir­les.

No logra­mos enten­der mas que como con­ce­sión al públi­co infan­til o a la moder­ni­dad, que en la car­ta hubie­ra una bro­che­ta de pollo teri­ya­ki con sal­sa thai, una ham­bur­gue­sa y unos espa­gue­ti bolo­ñe­sa. Nos hubie­ra gus­ta­do que la car­ta se ciñe­ra más a la tra­di­ción. El entorno y la his­to­ria lo pedían. Pero no sere­mos noso­tros quien le diga­mos a un nego­cio que ha logra­do sobre­vi­vir 35 años, en un lugar que no es de paso y hay que bus­car, qué es lo más ade­cua­do.

Por lo demás, tie­ne un menú de 23 €, cuen­tan con pár­king, pis­ci­na y, lo más impor­tan­te, en las calu­ro­sas noches de verano la tem­pe­ra­tu­ra es cua­tro o cin­co gra­dos más baja.

Últi­ma visi­ta 04/05/2024


GALERÍA deta­lla­da (fotos Ánge­les Ruiz):

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