Le Bar de Vins

Luca Ber­nas­co­ni y Fran­cis­co Senís.

  • Valen­cia

  • Cen­te­lles, 27

  • 960 195 330

  • Lunes y mar­tes de 18.00h a 01.00h; Miér­co­les y jue­ves de 17.30h a 01.00h y vier­nes y sába­do de 13.00h a 01.30h.

  • Pre­cio medio: 30–35 €

“In vino veritas”

Ser­gio Car­bó

Al igual que los clá­si­cos lati­nos, per­sua­di­dos por la muy sabia y archi­co­no­ci­da máxi­ma de Pli­nio el Vie­jo que enca­be­za la cró­ni­ca, tam­bién ese corre­dor de fon­do que es Luca Ber­nas­co­ni ha encon­tra­do, si no ver­da­des abso­lu­tas, sí al menos algu­nas cer­te­zas enjun­dio­sas en torno al vino, con­ver­ti­do en fun­da­men­to y razón de ser de su últi­mo pro­yec­to: Le Bar de Vins, inau­gu­ra­do recien­te­men­te en una de las calles más apa­ci­bles de la bulli­cio­sa barria­da de Rus­sa­fa.

Jun­to al pro­pio Ber­nas­co­ni y su pare­ja, Mar­ta Abar­ca, par­ti­ci­pa tam­bién, en cali­dad de socio, Fran­cis­co Senís, direc­tor téc­ni­co a su vez de la acre­di­ta­da bode­ga el Celler del Rou­re y buen cono­ce­dor de los entre­si­jos del pano­ra­ma viní­co­la. Des­de los fogo­nes com­ple­ta el pilo­ta­je de la nave, Jor­di Rie­ra, un coci­ne­ro expe­ri­men­ta­do que ha pasa­do por res­tau­ran­tes tan sóli­dos como El Bres­sol. Con seme­jan­tes mim­bres y ava­les las expec­ta­ti­vas no podían ser más pro­me­te­do­ras y, de momen­to, y aún a fal­ta de pulir cier­tos deta­lles, no se están vien­do defrau­da­das en abso­lu­to.

Luca en su bode­ga.

El con­cep­to que otor­ga carác­ter pro­pio a Le Bar de Vins es tan lim­pio y diá­fano como la deco­ra­ción de tonos cla­ros que pre­si­de el esta­ble­ci­mien­to y es el resul­ta­do natu­ral del pro­ce­so de decan­ta­ción y afi­na­do que pro­por­cio­nan los años y el cúmu­lo de expe­rien­cias. Efec­ti­va­men­te, Luca Ber­nas­co­ni, un ita­liano dota­do de ese gra­ce­jo natu­ral, esa locua­ci­dad carac­te­rís­ti­ca y ese agu­do ins­tin­to feni­cio que hacen de Ita­lia un lugar úni­co, lle­va reco­rri­do un lar­go y pro­ve­cho­so camino en el siem­pre exi­gen­te mun­do de la hos­te­le­ría. Ini­cio su anda­du­ra en Valen­cia, a prin­ci­pios de 2001, con la San­ta Com­pan­ya, un local en pleno barrio del Car­men don­de los vinos ya desem­pe­ña­ban un papel rele­van­te y del que su nue­va pro­pues­ta, tal como él mis­mo con­fie­sa, no deja de ser en cier­to modo una ver­sión mejo­ra­da. Siguió des­pués con el desa­rro­llo de diver­sas ini­cia­ti­vas como La Lluer­na, El Celler del Tos­sal o Roda­món, y ya más recien­te­men­te, Le Bulc Wine Shop, una aven­tu­ra empre­sa­rial que sigue diri­gien­do y que se sitúa a mitad de camino entre un club y una tien­da de vinos.

Ni esno­bis­mo ni pos­tu­reo

Es evi­den­te que todo ese baga­je y cono­ci­mien­to del medio suman ente­ros y jue­gan a favor, por lo gene­ral, en el dise­ño de cual­quier ten­ta­ti­va hos­te­le­ra que se pre­cie. Pero es que, ade­más, en este caso con­cre­to Luca Ber­nas­co­ni no solo sabe de vinos, que sabe y mucho, sino que tie­ne una vir­tud qui­zá aún más impor­tan­te: dis­fru­ta bebién­do­los, y esa impron­ta hedo­nis­ta que­da paten­te en Le Bar de Vins. Aquí se vie­ne a dar cum­pli­da cuen­ta de una bote­lla, de una copa o de lo que se ter­cie, con espí­ri­tu gozo­so y total natu­ra­li­dad, sin tener que sufrir las dosis de esno­bis­mo y pos­tu­reo que for­man par­te de la esce­no­gra­fía habi­tual de cier­tos wine bars y enote­cas radi­ca­das en algu­nas de las ciu­da­des más peri­pues­tas del pla­ne­ta.

En jus­ta corres­pon­den­cia con ese tono infor­mal y a ras de sue­lo, aun­que sin per­der jamás por ello un escru­pu­lo­so res­pe­to en el mane­jo y tra­ta­mien­to de los cal­dos ser­vi­dos, tam­bién las vian­das que des­pa­chan en Le Bar de Vins se dis­tin­guen por resal­tar los valo­res sápi­dos de una coci­na reco­no­ci­ble y eter­na. La car­ta, que se com­ple­ta con algu­nas suge­ren­cias del día, no deja muchas dudas al res­pec­to: ensa­la­da de toma­te, gil­das, ajoa­rrie­ro, cala­ma­res a la anda­lu­za, anchoas, atún ence­bo­lla­do, entre­cot de rubia galle­ga, pis­to con yema de hue­vo y migas o unas albón­di­gas de vaca vie­ja espe­cial­men­te sucu­len­tas. Todo está pen­sa­do para comer en serio, sin pija­di­tas ni moder­ne­ces super­fluas, y ese plan­tea­mien­to ayu­da a cen­trar­se en los pla­ce­res de Baco y a con­ce­der­les el pro­ta­go­nis­mo que mere­cen.

Pis­to con yema de hue­vo y migas.

Ampliar el hori­zon­te

Sin embar­go, y al con­tra­rio de lo que pudie­ra pen­sar­se, la car­ta de vinos del local no es dema­sia­do exten­sa: alre­de­dor de cua­ren­ta refe­ren­cias, eso sí, todas ori­gi­na­les, suges­ti­vas y ape­te­ci­bles, que se com­ple­ta con una amplia rota­ción de bote­llas para ser­vir por copas. Lo que ocu­rre es que Luca Ber­nas­co­ni ate­so­ra un fon­do de arma­rio viní­co­la fue­ra de lo común, fru­to de sus anti­guos esta­ble­ci­mien­tos y del ya refe­ri­do Le Bulc Wine Shop, que con­ti­núa acti­vo, y cla­ro, den­tro de esa gale­ría de incu­na­bles pue­den encon­trar­se joyas, joyi­tas y alha­jas.

Muchas de ellas están a la vis­ta y a dis­po­si­ción del públi­co, per­fec­ta­men­te con­ser­va­das en las neve­ras de Le Bar de Vins, pero no figu­ran en nin­gún lis­ta­do, lo cual hace muy engo­rro­so el trá­mi­te de andar pre­gun­tan­do por unas y otras al ama­ble per­so­nal de sala en mitad de un ser­vi­cio. Ber­nas­co­ni es cons­cien­te de esta cir­cuns­tan­cia y ase­gu­ra estar bus­can­do la fór­mu­la que per­mi­ta apro­ve­char, de una mane­ra cómo­da para todos, un poten­cial tan rico y, sobre todo, tan ten­ta­dor para cual­quie­ra que un día se sien­ta esplén­di­do y deci­da tri­bu­tar­se un home­na­je.

Ajoa­rrie­ro.

Valen­cia no ha sido nun­ca una tie­rra pro­pi­cia para los bares de cali­dad espe­cia­li­za­dos en vino: ni abun­dan ni han ter­mi­na­do de cua­jar. Exis­ten, por supues­to, res­tau­ran­tes con exce­len­tes bode­gas, inclu­so mag­ní­fi­cas, pero esa es otra his­to­ria dife­ren­te. La que nos ocu­pa, la pues­ta en mar­cha de Le Bar de Vins, es una bue­na noti­cia para todos los afi­cio­na­dos, que se sen­ti­rán agra­de­ci­dos por la pre­sen­cia de un local de estas carac­te­rís­ti­cas. Hacía fal­ta.


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