Luca Bernasconi y Francisco Senís.
“In vino veritas”
Sergio Carbó
Al igual que los clásicos latinos, persuadidos por la muy sabia y archiconocida máxima de Plinio el Viejo que encabeza la crónica, también ese corredor de fondo que es Luca Bernasconi ha encontrado, si no verdades absolutas, sí al menos algunas certezas enjundiosas en torno al vino, convertido en fundamento y razón de ser de su último proyecto: Le Bar de Vins, inaugurado recientemente en una de las calles más apacibles de la bulliciosa barriada de Russafa.
Junto al propio Bernasconi y su pareja, Marta Abarca, participa también, en calidad de socio, Francisco Senís, director técnico a su vez de la acreditada bodega el Celler del Roure y buen conocedor de los entresijos del panorama vinícola. Desde los fogones completa el pilotaje de la nave, Jordi Riera, un cocinero experimentado que ha pasado por restaurantes tan sólidos como El Bressol. Con semejantes mimbres y avales las expectativas no podían ser más prometedoras y, de momento, y aún a falta de pulir ciertos detalles, no se están viendo defraudadas en absoluto.
El concepto que otorga carácter propio a Le Bar de Vins es tan limpio y diáfano como la decoración de tonos claros que preside el establecimiento y es el resultado natural del proceso de decantación y afinado que proporcionan los años y el cúmulo de experiencias. Efectivamente, Luca Bernasconi, un italiano dotado de ese gracejo natural, esa locuacidad característica y ese agudo instinto fenicio que hacen de Italia un lugar único, lleva recorrido un largo y provechoso camino en el siempre exigente mundo de la hostelería. Inicio su andadura en Valencia, a principios de 2001, con la Santa Companya, un local en pleno barrio del Carmen donde los vinos ya desempeñaban un papel relevante y del que su nueva propuesta, tal como él mismo confiesa, no deja de ser en cierto modo una versión mejorada. Siguió después con el desarrollo de diversas iniciativas como La Lluerna, El Celler del Tossal o Rodamón, y ya más recientemente, Le Bulc Wine Shop, una aventura empresarial que sigue dirigiendo y que se sitúa a mitad de camino entre un club y una tienda de vinos.
Ni esnobismo ni postureo
Es evidente que todo ese bagaje y conocimiento del medio suman enteros y juegan a favor, por lo general, en el diseño de cualquier tentativa hostelera que se precie. Pero es que, además, en este caso concreto Luca Bernasconi no solo sabe de vinos, que sabe y mucho, sino que tiene una virtud quizá aún más importante: disfruta bebiéndolos, y esa impronta hedonista queda patente en Le Bar de Vins. Aquí se viene a dar cumplida cuenta de una botella, de una copa o de lo que se tercie, con espíritu gozoso y total naturalidad, sin tener que sufrir las dosis de esnobismo y postureo que forman parte de la escenografía habitual de ciertos wine bars y enotecas radicadas en algunas de las ciudades más peripuestas del planeta.
En justa correspondencia con ese tono informal y a ras de suelo, aunque sin perder jamás por ello un escrupuloso respeto en el manejo y tratamiento de los caldos servidos, también las viandas que despachan en Le Bar de Vins se distinguen por resaltar los valores sápidos de una cocina reconocible y eterna. La carta, que se completa con algunas sugerencias del día, no deja muchas dudas al respecto: ensalada de tomate, gildas, ajoarriero, calamares a la andaluza, anchoas, atún encebollado, entrecot de rubia gallega, pisto con yema de huevo y migas o unas albóndigas de vaca vieja especialmente suculentas. Todo está pensado para comer en serio, sin pijaditas ni moderneces superfluas, y ese planteamiento ayuda a centrarse en los placeres de Baco y a concederles el protagonismo que merecen.
Ampliar el horizonte
Sin embargo, y al contrario de lo que pudiera pensarse, la carta de vinos del local no es demasiado extensa: alrededor de cuarenta referencias, eso sí, todas originales, sugestivas y apetecibles, que se completa con una amplia rotación de botellas para servir por copas. Lo que ocurre es que Luca Bernasconi atesora un fondo de armario vinícola fuera de lo común, fruto de sus antiguos establecimientos y del ya referido Le Bulc Wine Shop, que continúa activo, y claro, dentro de esa galería de incunables pueden encontrarse joyas, joyitas y alhajas.
Muchas de ellas están a la vista y a disposición del público, perfectamente conservadas en las neveras de Le Bar de Vins, pero no figuran en ningún listado, lo cual hace muy engorroso el trámite de andar preguntando por unas y otras al amable personal de sala en mitad de un servicio. Bernasconi es consciente de esta circunstancia y asegura estar buscando la fórmula que permita aprovechar, de una manera cómoda para todos, un potencial tan rico y, sobre todo, tan tentador para cualquiera que un día se sienta espléndido y decida tributarse un homenaje.
Valencia no ha sido nunca una tierra propicia para los bares de calidad especializados en vino: ni abundan ni han terminado de cuajar. Existen, por supuesto, restaurantes con excelentes bodegas, incluso magníficas, pero esa es otra historia diferente. La que nos ocupa, la puesta en marcha de Le Bar de Vins, es una buena noticia para todos los aficionados, que se sentirán agradecidos por la presencia de un local de estas características. Hacía falta.
GALERIA DETALLADA: