

El Palmar renovado
David Blay
Hay muchos restaurantes, de mucha índole y con numerosas historias diversas en El Palmar. Y, con las diferencias lógicas entre locales, propuestas y trayectoria, todos invitan al visitante a descubrir una gastronomía que refleja el pasado de una localidad única y pone en valor que la tradición puede ser motor culinario donde quiera que se ubique.
Sin duda, en el imaginario colectivo de las personas que han visitado (mucho o poco) el enclave están muchos de los nombres más reconocibles del territorio. Pero otros, sin embargo, van haciéndose paso poco a poco y tratan de diferenciarse en base a la calidad del producto, un espacio especial y un trato diferencial con el cliente.
La Cambra dels Sentits nació del sueño de dos mujeres de quedarse la casa familiar de una de ellas para convertirla en un lugar todavía más acogedor. Con un comedor sencillo en la parte baja, junto a las cocinas y otro en el altillo amplio, confortable, discreto y cercano además a uno de los dos parkings habilitados en la población.
Una vez allí, trasciende su filosofía: la mayoría del producto es de proximidad, la carta se divide en diversos entrantes fríos y calientes y siempre recomiendan finalizar con uno de sus arroces, que pueden ser secos o melosos. Culminan con postres caseros, pero en ningún caso la decisión es compleja, porque no buscan una oferta larga sino comedida.

Es por esta razón por la que solo ponen al fuego 19 paellas al día. Ni una más. Quieren conservar la calidad, no acometer un volumen que prostituya su idea. Y es por esa razón por lo que cada vez disponen de un parroquia más fiel, a pesar de la diversidad existente a su alrededor en todos los ámbitos de apuestas (clásicas o renovadoras) y precios.
Dentro de lo que podríamos esperar encontrar y degustar (tomate del Perelló, aderezado cn virutas de parmesano; esgarraet de pimiento y bacalao con mojama, all i pebre, sepionet o tellinas en temporada), aparecen platos poco comunes. Destacan, por ejemplo, las láminas de foie con pera caramelizada o las flautas rellenas de setas.

Como plato principal, doce son los tipos de arroces que ofrecen. Si hubiera que elegir uno en la primera visita, posiblemente el meloso de carabineros por sabor sería el más sorprendente. Si bien los clásicos de pollo y conejo, senyoret, a banda o fideuà y opciones como el de pato con verduras o el de cigalas, tiras de calamar y ajos tiernos complementan una variedad apreciable.

Comer en El Palmar siempre debería ser obligatorio, al menos una vez al año, para premiar el esfuerzo de toda una población por impulsar la gastronomía y mantener las raíces. Y con proyectos como la Cambra dels Sentits es muy factible que el futuro esté asegurado en una población que debe siempre debatirse entre la tradición y la innovación sin perder su esencia.
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