Ángeles Ruiz
Una letra marca la diferencia entre un plato refrescante y uno invernal. Una sola “s” separa sobre el papel al internacional gazpacho andaluz de los gazpachos manchegos. Sin embargo, sobre la mesa, no cabe duda de que son recetas diametralmente opuestas.
Los gazpachos manchegos, también llamados galianos (el término galianos procede de las cañadas pastoriles o galianas) son una receta basada en piezas de caza menor como la liebre, el conejo o la perdiz y trozos de torta cenceña.
La elaboración de este plato entraña varios secretos. El primero son los gazpachos, la torta de pan ácimo (sin levadura) o “muerta” que se añade al guiso. Esta torta se elabora con harina de trigo, agua y sal, y una vez horneada, se trocea con las manos cuando aún está caliente, nunca con cuchillo o tijera. Debe estar bien troceada, a pellizcos pequeños, labor que solían desarrollar las mujeres al abrigo de la lumbre. El resultado debe ser rústico. En algunos lugares esta torta se sigue preparando a la manera tradicional. En Castalla, localidad alicantina perteneciente a la geografía gazpachera, se pueden encargar en la panadería o comprarlas en el mercado. Tienen la ventaja de que se conservan bien congeladas.
Por otra parte, se elabora una torta de pan grueso, “viva” esta vez con levadura, suele tener forma redonda y aproximadamente un centímetro de grosor. Se usa a modo de plato sirviéndose sobre ella los gazpachos, de manera que se va empapando de sus jugos. Cuando se ha terminado de comer, si la regamos con un hilo de miel, se convierte en un bocado exquisito.
Otro detalle importante en la elaboración de los gazpachos, son los condimentos empleados. Dependiendo de las zonas se utiliza una combinación de hierbas culinarias, condimentos y especias. Suelen ser: pimienta negra, pimentón, ñora, romero, tomillo, nuez moscada, clavo y mejorana. Se use la combinación que se use, lo que no puede faltar es el orégano. El orégano comprende varias especies de plantas que son utilizadas con fines culinarios, siendo la más corriente el Origanum vulgare L., originario del Mediterráneo, con frecuencia cultivado en huertos y del que existen más de ochenta variedades. En el caso de los gazpachos no vale cualquier orégano, necesariamente tiene que usarse la pebrella. Se trata de una planta leñosa Thymus piperella, que resulta muy aromática, intensa y con un toque picante. Se utiliza como condimento en la cocina tradicional, pero sobre todo aparece en recetas de aliños de aceitunas y resulta imprescindible para condimentar gazpachos de caza.
La planta de la que procede es un arbusto que florece de mayo a noviembre, es un endemismo casi exclusivo de la Comunidad Valenciana que encontramos en la Sierra de Mariola. La proverbial abundancia de especies vegetales en esta sierra, que cuenta con 17.500 hectáreas y que abarca desde las comarcas de l’Alcoià, la Vall d’Albaida, el Comtat y la Foia de Castalla, ya fue destacada por Cavanilles en el último tercio del siglo XVIII, mencionando sus “dilatadas alfombras de salvia, espliego, axedrea y tomillo”.
Otro de los secretos de los gazpachos es la carne empleada que debe dar al plato un sabor montaraz (liebre, palomo, perdiz, conejo) las versiones actuales de los gazpachos, ante la dificultad de encontrar carne de caza, llevan pollo, gallina o carne de cerdo. Tradicionalmente en Pinoso se completan los gazpachos en temporada de caza con cuatro tipos de carne: liebre, conejo, perdiz y palomo. Sin embargo, agregar un poco de cortilla de cerdo sirve para darle un carácter más meloso. Dejar en maceración de 24 a 48 horas las carnes de liebre y conejo con un poco de vino tinto, cebolla, zanahoria, especias, proporcionan un sabor a excelente.
Algunas variantes del plato incorporan caracoles serranos de monte. Admite también setas, suelen utilizarse setas de chopo, bollets o rovellons.
Una versión más modesta, son los gazpachos viudos, elaborados con un buen caldo y sin carne, si acaso, se desliza en la gazpachera alguna longaniza. La modalidad más sibarita son los gazpachos del senyoret, que pasan por desmenuzar la carne para que el comensal no encuentre ningún incómodo huesecillo.
Especial fama tienen los gazpachos de Castalla, el gazpacho pinosero, el monovero y el de Villena, éste último se atribuye la extensión de los gazpachos manchegos en la provincia de Alicante. La historia arranca en 1833. Tras el decreto de Javier de Burgos, la ciudad de Villena fue agregada a la recién creada provincia de Albacete y en 1836 fue segregada de ella para incorporarse a la de Alicante, trayendo consigo sus costumbres gastronómicas.
A continuación, galería sobre el proceso de elaboración del gazpacho:
Fotos realizadas en el restaurante El Viscayo. Camino de la Bola 2528- Castalla (Alicante)