
Un Torrente de creatividad
David Blay
La pasión por la cocina suele aparecer por las rendijas más insospechadas. Y, en el caso del crecimiento culinario de la provincia de Valencia, cada vez más se dan los casos en los que una persona orientada a cualquier otra profesión acaba desembocando en la hostelería. Y descubre que si sitio real es ese y no otro en la vida profesional (y hasta en la personal).
David Joaquín ha transformado en restaurante una bocadillería disruptiva creada en 2006, donde algo más latía internamente en su concepto gastronómico. Y fue esa circunstancia la que le llevó en 2017 al Basque Culinary Center, donde se formó para cambiar hacia una propuesta original, difícil de encontrar en varios kilómetros a la redonda y enormemente personal.
El universo de Farigola i Menta juega con las luces como lo hace con los platos. Una imagen entre semitinieblas que se refleja en sus redes sociales, pero que también acompaña un local basado en la decoración industrial, hasta que la vajilla y los platos irrumpen a pleno color en las mesas de los comensales. Como una suerte de trayectoria del Greco desde lo luminoso a lo tenebroso.
En una época donde cada vez se apuesta más por la posibilidad de escoger a la carta, a pesar de contar con menú degustación, Joaquín insta a apostar por la experiencia completa. Y lo hace con platos que, si bien podrían parecer contundentes por sus ingredientes, consigue convertir en más livianos de lo esperado gracias a una constante mejora técnica.
Tierra, mar, carnes, pescados, arroces y postres componen. una carta variada y cambiante, que permite volver a comer o cenar sin repetir elección. Aderezado todo por la opción de escoger también un menú de mediodía, donde por 30 euros (precio mínimo exigido para pedir a la carta) se pueden escoger gran parte de las opciones presentes en su oferta.
Quedan clásicos de primeras épocas como el allioli de mango. Productos constantes como la ostra al natural con holandesa verde y caviar cítrico de zumo de bergamota la anchoa López con mantequilla de oveja. Y platos como la fritura de gamba cristal de Huelva, huevo poché y americana de carabineros.
Pero donde aparecen las sorpresas gustativas es en aquellas combinaciones que el chef consigue refinar hasta convertir en platos llenos de sabor y ligereza. Como el arroz meloso Almussafes con torrezno de Soria, sobrasada de Ontinyent y Grana Padano. El hervido valenciano servido en vaso. El timbal de costilla lacada con barbacoa coreana y sala curry. O la torrija salada de bloody mary con straciatella de perlas de esturión y sardina ahumada.
Hasta hace poco tiempo, no ubicarse en Valencia generaba una suerte de timidez que podía coartar ligeramente la creatividad y sofocar los precios. Pero el crecimiento territorial ha ido unido a la búsqueda de nuevos horizontes más allá de la capital. Y, tras casi 20 años, Farigola ha colocado Torrent en un mapa en el que nunca estuvo. Pero donde da la sensación que permanecerá largo tiempo.
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