Bocamada

Edmun­do Ferrer y Lidia Gómez

  • Valen­cia

  • Dénia, 4

  • 963 16 10 20

  • Cie­rra domin­gos por la noche y lunes.

  • Pre­cio medio: 60 euros.

Un refugio seguro

Ser­gio Car­bó

Un buen día, hace ya mucho tiem­po, Edmun­do Ferrer (Bil­bao, 1956) se encon­tra­ba en ple­na fae­na ela­bo­ran­do un fal­so bonia­to a par­tir de una zanaho­ria para acom­pa­ñar una pie­za de pul­po cuan­do, de pron­to, tuvo una ilu­mi­na­ción. Se pre­gun­tó a sí mis­mo qué sen­ti­do tenía, según sus pro­pias pala­bras, “enmas­ca­rar y dis­fra­zar con un inven­to” ese pul­po de pri­me­rí­si­ma cali­dad que tenía entre manos cuan­do lo más ade­cua­do era ser­vir­lo en todo su esplen­dor des­pués de apli­car­le el estric­to y mili­mé­tri­co sis­te­ma de coc­ción apren­di­do duran­te sus años for­ma­ti­vos en el legen­da­rio res­tau­ran­te Bermeo del bil­baíno hotel Erci­lla.

Ese con­ven­ci­mien­to de que las cua­li­da­des intrín­se­cas de una gran mate­ria pri­ma deben situar­se en pri­mer plano y en abso­lu­to nece­si­tan más­ca­ras y dis­fra­ces iba a deter­mi­nar su filo­so­fía de tra­ba­jo y su tra­yec­to­ria pro­fe­sio­nal. Eso, y des­de lue­go tam­bién su per­te­nen­cia a una gene­ra­ción que apren­dió el ofi­cio manu mili­ta­ri, con una dis­ci­pli­na casi cuar­te­la­ria que exi­gía un cum­pli­mien­to escru­pu­lo­so de las depu­ra­das téc­ni­cas que engran­de­cie­ron la gran coci­na clá­si­ca y que con­ver­tía a sus ofi­cian­tes en magos de la pre­ci­sión. Ferrer es de la mis­ma quin­ta que Juan Mor­ga­do y otros ilus­tres que, como Óscar Torri­jos, deja­ron hon­da hue­lla en la mejor memo­ria gas­tro­nó­mi­ca de la ciu­dad de Valen­cia.

Con cin­cuen­ta años de expe­rien­cia entre fogo­nes a sus espal­das, Edmun­do Ferrer da rien­da suel­ta a su con­cep­ción culi­na­ria en Boca­ma­da, un aco­ge­dor res­tau­ran­te ubi­ca­do en el barrio de Ruza­fa y don­de, evi­den­te­men­te, lo que man­da es el pro­duc­to de pri­me­ra cla­se: pes­ca­dos y maris­cos, sobre todo, aun­que sin des­de­ñar por ello algu­na incur­sión en car­nes y pla­tos de cucha­ra, como pota­jes y alu­bias. Aten­der a las suge­ren­cias del día es pre­cep­to de obli­ga­do cum­pli­mien­to en este local, pues abun­dan las sor­pre­sas agra­da­bles. No en vano, Ferrer cuen­ta con una red de apro­vi­sio­na­mien­to muy sóli­da que le hace lle­gar des­de las islas Cíes unas lubi­nas de gran tra­pío o, des­de Cam­ba­dos, unos roda­ba­llos de mucho fus­te. Las gam­bas ate­rri­zan pro­ce­den­tes de Pala­mós, Tarra­go­na y tam­bién de Denia, cuan­do los pre­cios de su lon­ja no enlo­que­cen.

Edmun­do Ferrer en su coci­na.

Una humil­de exqui­si­tez

Bue­yes de mar, néco­ras, per­ce­bes, eri­zos, quis­qui­lla y algu­na ensa­la­da con­fi­gu­ran una ofer­ta en la que se han cola­do, en medio de tan nobles artícu­los, unos humil­des gar­ban­zos. Sí, unos gar­ban­zos fri­tos acom­pa­ña­dos de una pin­ce­la­da de all i oli de albaha­ca que bri­llan con luz pro­pia, cru­jien­tes por fue­ra y man­te­co­sos por den­tro. No dejan de pedir­los. Son adic­ti­vos.

Fuen­te de maris­co

El otro pilar don­de se sus­ten­ta el buen fun­cio­na­mien­to de esta casa se encuen­tra en la figu­ra de la jefa de sala, Lidia Gómez, cuya sose­ga­da efi­cien­cia y su dis­cre­to buen hacer con­fie­ren una gran sen­sa­ción de armo­nía al con­jun­to. Ferrer y Gómez, secun­da­dos por un ser­vi­cio dili­gen­te y cum­pli­dor, han sabi­do crear una atmós­fe­ra muy con­for­ta­ble en un come­dor de ape­nas nue­ve mesas, con sus impo­lu­tos man­te­les de hilo y sus cubi­te­ras rebo­san­tes de hie­lo pica­do, que tie­ne el encan­to de un bis­trot fran­cés en ver­sión medi­te­rrá­nea.

Boca­ma­da es el resul­ta­do de toda una vida de tra­ba­jo que Edmun­do Ferrer, bil­baíno de padre valen­ciano y madre anda­lu­za, ini­ció muy joven, fogueán­do­se como pro­fe­sio­nal en el País Vas­co y en la veci­na loca­li­dad gala de San Juan de Luz, has­ta que en 1977 inau­gu­ró en Aldaia el res­tau­ran­te Soro­lla. Su clien­te­la se nutria prin­ci­pal­men­te de empre­sa­rios de los polí­go­nos indus­tria­les de la zona y según cuen­ta el pro­pio Ferrer, “tuvo duran­te algún tiem­po la mejor bode­ga de toda Espa­ña, por delan­te inclu­so de Rekon­do, Ake­la­rre o Atrio”.

Soro­lla cerró sus puer­tas en 2004 y, tras unos meses de refle­xión, Ferrer puso en mar­cha Boca­ma­da, un esta­ble­ci­mien­to a su medi­da, que fun­cio­na des­de enton­ces con un públi­co fiel y que, en cier­ta for­ma, encar­na un uni­ver­so de otra épo­ca que, por for­tu­na, se nie­ga a des­pa­re­cer.

Y no es que se tra­te de demo­ni­zar nin­gún tipo de coci­na ni de poner por enci­ma o por deba­jo una u otra ten­den­cia ‑las apor­ta­cio­nes de coci­ne­ros genia­les, bue­na par­te de ellos espa­ño­les, al gran sal­to delan­te de la moder­ni­dad gas­tro­nó­mi­ca mun­dial está fue­ra de cual­quier duda‑, lo que ocu­rre es que tam­bién para las van­guar­dias pasa el tiem­po. Los menús degus­ta­ción, que hace trein­ta años eran el no va más de la ori­gi­na­li­dad, a fuer­za de repe­tir­se una y otra vez han ter­mi­na­do por con­ver­tir­se, excep­cio­nes la mar­gen, en pro­pues­tas ruti­na­rias, abu­rri­das e inter­mi­na­bles. El des­lum­bra­mien­to ante lo apa­ren­te­men­te nove­do­so lle­va, sin ir más lejos, a la intro­duc­ción de tér­mi­nos tan risi­bles como “coci­na tecno emo­cio­nal” o a la irrup­ción de legio­nes de foo­dies, ins­ta­gra­mers, influen­cers y de has­ta con­cur­si­llos y realitys tele­vi­si­vos que con­vier­ten la gas­tro­no­mía en un nego­cio que, a menu­do, raya en lo cir­cen­se.

“Almen­dras” con habas.

Qui­zá por eso, los afi­cio­na­dos de lar­go reco­rri­do tien­den cada vez más a refu­giar­se en el pro­duc­to, en el res­pe­to a la esen­cia sápi­da del cla­si­cis­mo bien enten­di­do, sin tram­pan­to­jos ni fue­gos arti­fi­cia­les. Una lon­cha bien afi­na­da de Jose­li­to 5J jamás pasa­rá de moda. Loca­les como Boca­ma­da, tam­po­co.

Fecha de la visi­ta: 28-08-2024


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