Huang o Juan, en la bodega que ha abierto junto a su restaurante.
Junto a la montaña más oriental
Juan Lagardera
Fueron los restaurantes chinos los primeros que hubo de carácter exótico en la España del desarrollo. La llegada de aquella cocina oriental basada en rollitos primavera, sopas de aleta de tiburón y chop suey supuso una verdadera ruptura mental para los paladares de una época que todavía recordaba las cartillas de racionamiento. Estamos a finales de los 60, primeros 70. Aquellos restaurantes, decorados en un estilo recargado, imitando de baratillo el aire imperial de la China más tradicional con falsos dorados, sedas y tafetanes de parodia devinieron en una culinaria económica, donde niños y hambrientos por un módico precio podían comer hasta el hartazgo.
Pero no todo el comercio chino ha de resultar de calidad mediocre y precios de risa, importados en gigantescos portacontenedores o refrigerados. Desde Inglaterra surgió en los 80 la cadena zen que apostó por una estética minimalista, sencilla, limpia y ordenada, con una oferta culinaria a la vista del cliente y sabores más nítidos. El éxito de la gastronomía japonesa, no tan barroca, y de otras latitudes asiáticas –Corea, el país de los Tai, Vietnam incluso…– abrió la perspectiva oriental. China iniciaba su periplo como gran potencia mundial gracias a su insólito sándwich entre Karl Marx y Confucio.
En Madrid, el hotel Villamagna abrió en los 90 un restaurante cantonés de lujo, en Valencia fue el Mey Mey y otro Zen los que transformaron la imagen clásica del chino de siempre. Hoy son muchos los restaurantes del gran gigante asiático que ofrecen una buena cocina en nuestro país. Y uno de ellos se encuentra en uno de los pueblos montañeses más accesibles de la comarca alicantina de la Marina, Benitatxell, desde el que se divisa el mar de Xàbia.
Hablamos del restaurante Beniasia, un amplio local con terraza al aire libre junto a una ladera y surcada por bambús, olivos y gingkos, que cuenta también con una zona de invernadero y un comedor funcional, decorado a la occidental, con lámparas de la firma valenciana LZF en madera y estupendas fotos en blanco y negro del Tíbet.
Beniasia es una maquinaria perfectamente engrasada, donde las comandas llegan a la mesa en un tiempo récord y todo se consagra con una extrema higiene y funcionalidad. La carta es extensa y de precios más que razonables. Cuenta con todos los clásicos y tradicionales platos que uno se sabe de la presencia china en nuestro país, pero añade también novedades y, desde hace un tiempo, incluye un potente apartado de sushi japonés que solventan con eficacia y buen producto.
Beniasia es un restaurante chino fiable, en todos los sentidos. El cocinado es impecable, el producto más que certificado, el servicio amable y eficiente. No hay grasas, humos ni ese caos que se observa en las películas tópicas sobre los chinatowns. Es un restaurante de éxito, que se ha ganado el respeto de su feligresía.
El artífice de todo ello es un joven inquieto y perspicaz, Xiang Qing Huang, Juan o Huang para los amigos españoles, quien llegó con once años a nuestro país con su familia, en 2003. No había pensado en dedicarse a la hostelería a pesar del oficio de su padre, Kido, cocinero, pero no tuvo más remedio que dar un paso al frente en 2017. Fue él quien decidió, apoyado por su cordial madre, Fan Fan, reformar por completo aquel local encaramado a las alturas.
Cuatro años más tarde completó su formación como sumiller con quienes han sido sus mentores: Pablo Ossorio, el fino enólogo de bodegas Hispanosuizas, Salvador Poveda o la ya legendaria Manoli Romeralo… El desarrollo de esos conocimientos le ha servido para crear una distribuidora propia de vinos y una cava para catas y almacén junto al mismo restaurante. Huang es un portento, y en pocos meses ha reunido en ese nuevo espacio, verticales de vinos extraordinarios, desde barolos piamonteses a prioratos o riberas españoles y claretes borgoñones.
Así que en Beniasia uno puede comer al modo oriental y beber al más grande nivel europeo. Excelentes son sus aperitivos, como la barca de fritos y rollitos, sin una pizca de aceite de más, las ostras en tempura o sus ensaladas como la de lechuga con carne picada, setas y bambú (yukson), o su surtido de gyozas y dim sums que aliña con un finísimo vinagre de Jerez. Sus clásicos arroces orientales son impecables, como el pak choy al dente o los sencillos guisos de pollo, cerdo o ternera, sazonados inteligentemente con un puntito de daikon o de ginseng. Salsas nítidas y un pato refrito a la pekinesa excelente.
Lo mismo cabe decir de su oferta nipona, magnífica, que incluye buen producto primigenio como salmón, atún, anguila ahumada o pez limón, incluso sardinillas, en forma de makis, nigiris, futomakis o uramakis hasta completar una buena aportación de la cocina japonesa a la carta de Beniasia, cada día más Asia que solamente China. Y como remate, Huang, lúcido y sabedor de que el dulce es un saber de oficio europeo se ha aliado con un gran pastelero, el ilicitano Daniel Álvarez, cuyo atelier –Dalua– le suministra un buen surtido de éclaires, milhojas, coulants o tiramisús impagables.
Última visita 20 de agosto de 2024
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