La barra del centro para el siglo XXI
David Blay
Hubo un tiempo donde las (escasas) calles peatonales del centro de Valencia albergaban un camino casi inexcusable: el que pasaba de Civera a la Taberna Alkazar, donde los amantes de las barras y el buen producto tenían parada obligada. Si bien exigían una cierta capacidad económica para ser capaces de disfrutarlas con plenitud.
La crisis de 2007, la pandemia y la entrada de una nueva generación directiva en las empresas viró las prioridades hacia otros lugares gastronómicos. Pero conviene no olvidar que muchas de esas personas siguen teniendo sus despachos en el «downtown». O gustan visitarlo de manera recurrente.
Julia Martínez tiene nociones precisas de materias como la comunicación y la organización de eventos. Pero si por algo sobresale es por la gestión de locales y equipos. Su dupla con José Tomás Arribas impulsó los proyectos familiares primero, para situarse al lado de una de las casas matrices y hacerse rápidamente con un nombre propio en el sector.
Pese a lo bonito del local, donde se ha aprovechado el encanto setentero de una de las mejores plantas bajas de la zona, conviene no olvidar que el espacio no es precisamente su fuerta. Y sin embargo, ha conseguido sacarle el máximo partido, con tres zonas diferenciadas entre la omnipresente barra, las mesas altas (muy cómodas) y las bajas donde encajar varios platos es casi una hazaña.
La propuesta está a la vista nada más el comensal cruzar la puerta o se asoma desde una más que funcional terraza. Pero, pese a la longitud de las vitrinas, no todo está a la vista en Barrafina. Un lugar donde la carta es más amplia de lo que una primera visita podría prever y que se divide en crudos, salazones, curados y escabeches, clásicos fríos y calientes, lonja, frituras con aceite del día, brioche, molletes y montaditos y postres.
Además, exhibe una versatilidad que puede atraer desde un público interesado en un picoteo rápido hasta amantes de la tranquilidad, la variedad y el producto sólido y líquido. En el primer caso, por ejemplo, un combo clásico podría ser el formado por el tomate de temporada con burrata de Puglia, hueva de mújol semicurada, sepia fría con mayonesa, bravas, salmonetes en tempura y el pepito de solomillo a la plancha con foie.
Pero es en el segundo donde el visitante se da cuenta del nivel que puede alcanzar el local. Y que sitúa sus selecciones diarios no solo entre las más destacadas del entorno, sino posiblemente a la altura de grandes clásicos como Rausell, Maipi, Richard, Ricardo o el más reciente Bar X.
Tartar de carabinero y gambeta roja de Denia, brioche de bogavante, selección de quesos valencianos, carpaccio de rubia gallega y mostaza antigua, chateubriand de solomillo ibérico a la pimienta, buey de mar hervido en su agua y crepe Suzette exhiben el poderío de un lugar que ya se ha convertido en referencia.
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