Adiós a Rafa y a su Tinell de Calabuig

Juan Lagar­de­ra

Un apa­ra­dor ancho y estre­cho, a modo de expo­si­tor en el que se mos­tra­ban vaji­llas y jarras; en gene­ral cerá­mi­cas, obje­tos de valor. Eso es, o mejor, era, el tinell, un mue­ble que ya no se lle­va sal­vo en algu­nas casas de cam­po. Tam­bién da nom­bre al salón prin­ci­pal del Palau Real de Bar­ce­lo­na. Y al mejor res­tau­ran­te de las últi­mas déca­das en Ontin­yent, El Tinell de Cala­buig, don­de, en efec­to, un gran apa­ra­dor ser­vía para dis­po­ner una boni­ta colec­ción cerá­mi­ca dedi­ca­da al queha­cer domés­ti­co, así como unas estan­te­rías para la bode­ga de vinos.

Esta tem­po­ra­da hubie­ra cum­pli­do 25 años, pero sus crea­do­res, el matri­mo­nio for­ma­do por Rafael Cala­buig Gue­ro­la y Nie­ves Gra­ma­ge (la rei­na de las man­te­le­rías esti­lo­sas) deci­dió jubi­lar­se del Tinell. Habían cum­pli­do la edad, pero tam­bién pade­cían la fal­ta de pers­pec­ti­vas que acu­cian a la comar­ca de Ontin­yent, otro­ra motor de la indus­tria tex­til, en espe­cial en los 70 y 80 del siglo pasa­do. El res­tau­ran­te abrió sus puer­tas en el cas­co his­tó­ri­co de la capi­tal de la vall d’Albaida jus­to con los últi­mos cole­ta­zos indus­tria­les.

Por des­gra­cia, el bue­na­zo de Rafa Cala­buig no ha podi­do dis­fru­tar del jubi­leo. Jus­to el día de Año Nue­vo se anun­ció su falle­ci­mien­to. Y en casa lo hemos sen­ti­do mucho. Se tra­ta­ba de una bellí­si­ma per­so­na, y de un gran coci­ne­ro, vin­cu­la­do a la tie­rra, jun­to a Nie­ves en la sala, con una soli­dí­si­ma for­ma­ción pari­si­na. Rafa era un coci­ne­ro de una téc­ni­ca exqui­si­ta, minu­cio­so y deta­llis­ta, vin­cu­la­do a la nou­ve­lle cui­si­ne fran­ce­sa. Una culi­na­ria que aho­ra nos pue­de pare­cer neo­clá­si­ca pero que hace diez lus­tros refor­mu­ló por com­ple­to los modos de coci­nar y comer en el mun­do.

Des­de esa pers­pec­ti­va, Rafa Cala­buig puso sus cono­ci­mien­tos sabia­men­te afran­ce­sa­dos al ser­vi­cio del refi­na­mien­to de los pro­duc­tos pro­pios. Dar­le ele­gan­cia a las for­mas y sabo­res pode­ro­sos y pene­tran­tes del embu­ti­do arte­sa­nal de la comar­ca, afi­nar car­nes y esca­be­ches, pro­po­ner una insó­li­ta varie­dad de pla­tos fríos para com­ba­tir las per­ti­na­ces sequías del inte­rior valen­ciano, inves­ti­gar nue­vos arro­ces… En eso se dejó el alma Rafa, y las pes­ta­ñas. Su padre había sido car­ni­ce­ro y abier­to un bar res­tau­ran­te de toda la vida, El Rin­cón de Pepe. Rafa leía libros de coci­na por las noches.

Siem­pre que fui a comer al Tinell de Ontin­yent, comí magis­tral­men­te. A la car­ta y en fun­ción del mer­ca­do. La últi­ma, jus­to antes de la pan­de­mia. Rafa pre­pa­ró un menú exclu­si­vo de verano. Comi­mos solos en el res­tau­ran­te. La cri­sis era galo­pan­te. El almuer­zo resul­tó sober­bio. Exqui­si­to. Solo la deca­den­cia de Ontin­yent podía expli­car que un talen­to como el de Rafa se estu­vie­ra extin­guien­do len­ta­men­te. Ni siquie­ra la nue­va ola de los her­ma­nos Prie­to en Sents ha podi­do resis­tir.

Rafa y Nie­ves pre­pa­ra­ron el con­vi­te de mi boda con Ánge­la hace vein­te años, entre Xàti­va y Fon­ta­nars. La pre­pa­ra­mos con el tío Vicen­te, que arro­lla­ba a todos con su inago­ta­ble ner­vio. Éra­mos 300, como los espar­ta­nos de Leó­ni­das (ese era Vicen­te Mon­fort), y me empe­ñé en que coci­na­ra su ya famo­so arroz melo­so con per­diz. Ade­más de sabro­so y rotun­do, tenía un valor sim­bó­li­co, lite­ra­rio, que lo hacía irre­nun­cia­ble para mí. Rafa tra­ta­ba de expli­car­nos lo difí­cil del empe­ño: un arroz melo­so para 300 que se pudie­ra man­te­ner en su pun­to ade­cua­do de coc­ción. Le di una bue­na bra­sa insis­tién­do­le. Lo hizo. Fue magis­tral. Un gran con­vi­te. Y dis­tin­to, sin­gu­lar. Vino Rafa Gar­cía San­tos, y se que­dó boquia­bier­to con aquel arroz.

Aho­ra será San Pedro quien dis­fru­te del talen­to ama­ble de Rafa.


PD: Como home­na­je a la coci­na de Rafa, repro­du­ci­mos la últi­ma crí­ti­ca que publi­ca­mos en el Alma­na­que Gas­tro­nó­mi­co de la Comu­ni­dad Valen­cia, en la edi­ción en papel de 2020, en la que El Tinell de Cala­buig esta­ba selec­cio­na­do como uno de los res­tau­ran­tes Lau­rea­dos, es decir, entre los mejo­res.

¡Compartir es vivir!

SUSCRÍBETE AL BOLETÍN

Noti­cias, crí­ti­cas de res­tau­ran­tes, catas de vinos y acei­tes, etc.