Eladio

El coci­ne­ro Manuel Calo y Ela­dio, jun­to a su hijo Michel Rodrí­guez y Juan Lagar­de­ra.

Eternamente clásico y gallego

Juan Lagar­de­ra

Con­tra el vien­to de las modas y la marea de la inno­va­ción per­ma­nen­te, con­vie­ne parar­se y medi­tar, recu­pe­rar la memo­ria y des­cu­brir que todo cla­si­cis­mo fue, en su día, van­guar­dia. Hacía más de una déca­da que no vol­vía a Ela­dio, el res­tau­ran­te de un lucha­dor extra­or­di­na­rio, Ela­dio Rodrí­guez, el que fue­ra joven de Cas­tro Cal­de­las, el pue­blo oren­sano, uno de los más boni­tos de Espa­ña, jun­to a la Ribei­ra Sacra, habi­ta­do des­de la Pre­his­to­ria.

Como tan­tos galle­gos de enton­ces, Ela­dio hizo pron­to las male­tas del por­ve­nir, con des­tino a Sui­za, y allí apren­dió el ofi­cio de la hos­te­le­ría en la que enton­ces era la más repu­tada escue­la de ser­vi­cios culi­na­rios del mun­do. Ele­gan­te, refi­na­da, com­pro­me­ti­da con la cali­dad y la satis­fac­ción del clien­te. Con­ver­ti­do en hom­bre de mun­do, afa­ble y seduc­tor, Ela­dio se casó con una fan­tás­ti­ca repos­te­ra sui­za, Vio­let­te, rei­na del cho­co­la­te, y jun­tos se vinie­ron hacia Valen­cia. Pri­me­ro regen­tan­do el res­tau­ran­te del Cen­tro Galle­go en Ruza­fa (don­de aho­ra se loca­li­za La Torre de Utiel).

Ela­dio y Vio­let­te pron­to com­pren­die­ron que la coci­na galle­ga debía dar un sal­to de cali­dad. Dema­sia­do aro­ma a mus­go y ber­za, potes car­ga­dos de gra­sa, maris­co ser­vi­do en plan bru­ta­lis­ta y abu­so del pimen­tón. Gali­cia, esta­mos empe­zan­do los 80, ha empe­za­do a trans­for­mar­se. Adol­fo Domín­guez enal­te­ce la arru­ga, la sobrie­dad se con­vier­te en esti­lo­sa; Orte­ga está fra­guan­do la revo­lu­ción Indi­tex des­de Artei­xo; Manuel Fra­ga por fin se ha vuel­to un cre­yen­te de la auto­no­mía com­pos­te­la­na…

Ela­dio, no sé muy bien las razo­nes, deci­de tras­la­dar­se a un nue­vo y relu­cien­te res­tau­ran­te en un barrio peri­fé­ri­co de la ciu­dad de Valen­cia, entre la ave­ni­da del Cid y Archi­du­que Car­los. Invier­te los aho­rros en un res­tau­ran­te sobrio y refi­na­do que le dise­ñan los inte­rio­ris­tas del Cor­te Inglés, enton­ces en la cres­ta de la ola del dise­ño. Han pasa­do más de cua­ren­ta años y sigue sien­do un lugar cómo­do, sereno y cáli­do, con todo lo que Ela­dio y Vio­let­te ima­gi­na­ron: una bue­na coci­na, una barra don­de reci­bir y espe­rar, el reser­va­do para los hom­bres de nego­cios y esa sala bur­gue­sa con pasos sufi­cien­tes para lle­var has­ta las mesas los carri­tos de flam­bear o de pre­pa­rar un buen steak tar­ta­re como los que gus­ta­ba ali­ñar a Ela­dio fren­te a sus comen­sa­les.

En para­le­lo, el res­tau­ran­te se hacía traer a dia­rio un pro­duc­to extra­or­di­na­rio de la lon­ja vigue­sa o de los pas­tos lucen­ses. Siem­pre lo mejor. La coci­na se man­te­nía fiel al rece­ta­rio tra­di­cio­nal galle­go, pero intro­du­cien­do fac­to­res de afi­na­mien­to: coc­cio­nes menos inten­sas, sal­sas sua­ves, car­nes son­ro­sa­das a lo sumo y una empa­na­da tan cru­jien­te como leve con un relleno subli­me. La fres­cu­ra y pre­sen­ta­ción del maris­co se ajus­ta­ba al pun­to, y la pas­te­le­ría sui­za hacia el res­to.

A fina­les de los 80, Ela­dio, jun­to a su cole­ga de con­ce­jo en Cas­tro Cal­de­las, Alfre­do Alon­so, crea­dor del res­tau­ran­te Rías Galle­gas (elpais.com/ccaa/2013/08/03/valencia/1375543009_454227.html), con­vir­tie­ron Valen­cia en la capi­tal de la coci­na galle­ga. Eran los dos mejo­res galle­gos de Espa­ña, y con sede valen­cia­na. Mila­gro. Eran dos de los mejo­res res­tau­ran­tes de Valen­cia, sin duda. En Rías Galle­gas he cena­do con Julie Chris­tie, y en Ela­dio con Ste­vie Won­der. Tiem­pos melan­có­li­cos.

Y muchos años des­pués, ¿qué pasa con Ela­dio? Pues que sigue en el mis­mo sitio, sin ajar­se ni enve­je­cer esa sala con­ver­ti­da en clá­si­ca. En la barra espe­ra siem­pre al medio­día el afa­ble Ela­dio Rodrí­guez, en la coci­na se man­tie­ne en for­ma sobria y leal Manuel Calo, mien­tras que la maes­tría en la sala corre a car­go de Michel, el hijo de Ela­dio y Vio­let­te, for­ma­do en una bue­na escue­la.

La pro­pues­ta culi­na­ria es la que todos espe­ran, con diver­sas incur­sio­nes. A dia­rio hay algún que otro pla­to espe­cial, aten­to al mer­ca­do o a un sumi­nis­tro espe­cial de los pro­vee­do­res. Hace lus­tros que Ela­dio tam­bién intro­du­jo pla­tos de cucha­ra como las len­te­jas par­di­ñas, el cal­do galle­go en invierno o el lacon con gar­ban­zos, mien­tras que Calo ha incor­po­ra­do un arroz cal­do­so y has­ta una fideuá fina con boga­van­te. Los crus­tá­ceos viven en el acua­rio de agua fría a la entra­da del res­tau­ran­te.

La sober­bia empa­na­da galle­ga hay que encar­gar­la. Pero siem­pre hay pul­po del mejor. Y hace ya dos o tres años que, ni en tem­po­ra­da, se con­si­guen lam­preas. La des­pen­sa de la pes­ca­de­ría de Ela­dio, no obs­tan­te, sigue sien­do mara­vi­llo­sa. Son imba­ti­bles los roda­ba­llos (a la galle­ga con una sutil sal­si­ta de pimen­tón, cache­los y unas sua­ves cebo­lli­tas; o al horno), per­fec­tas las coco­chas de mer­lu­za y el cogo­te, y has­ta se atre­ven con un baca­lao a la llau­na cata­la­na o gra­ti­na­do.

Empa­na­da galle­ga recién sali­da del horno.

A mitad de camino de la car­ni­ce­ría encon­tra­mos unas deli­cio­sas molle­jas del cora­zón de la ter­ne­ra con lan­gos­ti­nos y, cla­ro está, en las car­nes no fal­ta la inme­jo­ra­ble vaca rubia galle­ga, para un ser­vi­dor el más sabro­so ani­mal de su géne­ro: ni argen­ti­na ni irlan­de­sa ni dane­sa, la rubia galle­ga.

En los pos­tres hay que dejar­se lle­var, aun­que la doble mous­se de cho­co­la­te sigue tra­yen­do pode­ro­sos recuer­dos del pasa­do. Y la bode­ga de blan­cos, con una bue­na selec­ción de gode­llos y alba­ri­ños es más que correc­ta. Pro­ba­mos un 1940 de la Ribei­ra Sacra, por seguir con los home­na­jes, y resul­tó un blan­co impe­ca­ble de suti­li­dad y sabor.

Ribei­ra Sacra.

Ochen­ta y tan­tos años con­tem­plan a Ela­dio. Se mere­ce un gran home­na­je. Espe­ro que alguien me lea o escu­che.


GALERÍA COMPLETA:

¡Compartir es vivir!

SUSCRÍBETE AL BOLETÍN

Noti­cias, crí­ti­cas de res­tau­ran­tes, catas de vinos y acei­tes, etc.