Cal Paradís

Miguel Barre­ra coci­nan­do en Cal Para­dís.

  • VALL D’ALBA (Cas­te­llón)

  • Av. Vila­fran­ca, 30

  • 964 320 131

  • Cie­rra: Lunes y mar­tes. Abre: Miér­co­les, jue­ves y domin­go de 13:30 a 17 horas. Abre tam­bién vier­nes y sába­do de 20 a 23 horas.

  • Pre­cio medio: 150 €

Miguel Barrera: evolución y mérito con sabor a Castelló en un menú con deliciosos tintes casqueros

Maje Mar­tí­nez

Hablar de alta gas­tro­no­mía y de reco­no­ci­mien­to inter­na­cio­nal es, evi­den­te­men­te, hablar de méri­tos; pero es un secre­to a voces que muchas veces los galar­do­nes atien­den a cri­te­rios que no siem­pre son jus­tos o equi­ta­ti­vos y apli­can la mis­ma vara de medir a con­cep­tos que podría­mos decir que no son equi­pa­ra­bles (hue­vos y cas­ta­ñas…). Así pues, en las mis­mas pági­nas de una guía encon­tra­mos cali­fi­ca­das pro­pues­tas gas­tro­nó­mi­cas de 10 comen­sa­les y 3 emplea­dos jun­to a res­tau­ran­tes de 50 comen­sa­les y 30 emplea­dos; se equi­pa­ran un menú de tem­po­ra­da, con cien­tos de ela­bo­ra­cio­nes, con un menú de pase frío o una barra casual de bra­sa; se equi­pa­ra el méri­to de lle­nar un res­tau­ran­te en una Gran Vía de una gran ciu­dad, con miles de per­so­nas de paso, con uno en una loca­li­dad del inte­rior de pro­vin­cia con menos de tres mil habi­tan­tes. Ni hable­mos de tra­yec­to­rias y regu­la­ri­dad equi­pa­ra­da con con­cep­tos de pelo­ta­zo o de focos que atien­den a modas, audien­cias, influen­cers, a la agen­cia de ima­gen de turno o a la impli­ca­ción ins­ti­tu­cio­nal de las regio­nes. Que sí, que en todo hay crea­ti­vi­dad, auten­ti­ci­dad, pero la pie de calle y hablan­do con los pro­fe­sio­na­les, me da que pen­sar si las estre­llas o soles pesan o valen lo mis­mo, y sobre­to­do, si cues­tan el mis­mo esfuer­zo.

Entrada de Cal Paradís.

Entra­da de Cal Para­dís.

Un refe­ren­te para hablar de méri­to es para mi Miguel Barre­ra y Cal Para­dís, un res­tau­ran­te encla­va­do en la Pla­na Alta de Cas­te­llón, a esca­sos 30 minu­tos de la capi­tal y a 50 minu­tos de Valen­cia (para cual­quier día es un plan per­fec­to…), con una tra­yec­to­ria,  regu­la­ri­dad y filo­so­fía basa­da des­de su ori­gen en el terri­to­rio, en la cer­ca­nía, en la cul­tu­ra y la tra­di­ción pero con una vuel­ta hacia la exce­len­cia y el saber hacer, algo que aho­ra pue­de resul­tar habi­tual, pero que hace 20 años, en ple­na vorá­gi­ne van­guar­dis­ta, era toda una apues­ta.

Miguel Barre­ra iba para maes­tro en un inten­to deses­pe­ra­do de sus padres para renun­ciar al peso de la sacri­fi­ca­da saga hos­te­le­ra fami­liar. Pero “El Paraí­so” había abier­to sus puer­tas en 1973 y un Miguel niño jugue­tea­ba con cazue­las y sar­te­nes mien­tras se ser­vían cien­tos de menús a luga­re­ños y gen­tes de paso por las carre­te­ras nacio­na­les de la épo­ca. Cum­plió con el deseo de los Barre­ra y estu­dió magis­te­rio, pero “la cabra tira al mon­te” y al ter­mi­nar se matri­cu­ló en la Escue­la de hos­te­le­ría de Cas­te­llón, de la que años des­pués tam­bién salie­ron gran­des coci­ne­ros como Qui­que Bare­lla, Elsa Fulle­rat, Vicen­te Pati­ño o José Manuel Miguel. La inquie­tud y pasión de Miguel jun­to al afán de supe­rar­se a sí mis­mo, hizo que “El paraí­so” pasa­ra a con­ver­tir­se en “Cal Para­dís”, con un cam­bio de con­cep­to en 2004 ins­ti­ga­do por Ánge­la Ribes, su mujer, que le dio la con­fian­za para apos­tar por una coci­na que no per­día su base, pero enca­mi­na­da hacia la fusión con­te­ni­da y la exce­len­cia gas­tro­nó­mi­ca, con una sala bien ges­tio­na­da por ella mis­ma. Ade­más, el nue­vo con­cep­to era la fór­mu­la más via­ble para con­ci­liar la carre­ra de ambos con dos hijos peque­ños. El méri­to, en este caso, de atre­ver­se a dar un paso más.

Los cam­bios no son fáci­les para un públi­co local difí­cil de con­ven­cer, pero el tiem­po, la cer­ca­nía a las zonas indus­tria­les de la pro­vin­cia y el tra­ba­jo duro, tra­jo el méri­to de poner a Cal Para­dís, a Vall d’Alba y a la pro­vin­cia de Cas­te­llón en el mapa gas­tro­nó­mi­co mun­dial. En 2012 lle­gó la Guía Nacio­nal con un Sol; en 2014 pasó la Guía fran­ce­sa y dejó una Estre­lla, que man­tie­ne has­ta aho­ra sien­do uno de los coci­ne­ros que más tiem­po la osten­ta en la Comu­ni­dad Valen­cia­na. En 2017 lle­gó el segun­do Sol Rep­sol por pres­crip­ción del Pre­si­den­te de la Aca­de­mia de la Gas­tro­no­mía de la Comu­ni­dad Valen­cia­na por aquel enton­ces, Ser­gio Ade­lan­ta­do, que ya habla­ba de “coci­na con memo­ria” y con un Miguel Barre­ra ya con­so­li­da­do como Emba­ja­dor de los pro­duc­tos de Cas­te­llón y su míti­ca Ruta de Sabor.

Lle­gó el libro “El Rebost per­fec­te, la cui­na de Miguel Barre­ra”, una mues­tra escri­ta de la capa­ci­dad de Miguel de abar­car el terri­to­rio en su coci­na. Entre col y col, se atre­vió a mate­ria­li­zar la rece­ta ofi­cial del “Arro­ci­to de Cas­te­llón” que ya vati­ci­nó “El últi­mo de la fila” en los 90, con una mues­tra más de la ver­sa­ti­li­dad gas­tro­nó­mi­ca de los pro­duc­tos cas­te­llo­nen­ses y de su cul­tu­ra arro­ce­ra, dan­do lugar a una ten­den­cia gas­tro­nó­mi­ca que se ha con­ver­ti­do en recla­mo en la hos­te­le­ría de la pro­vin­cia. Un con­cur­so pro­fe­sio­nal anual con Miguel como Jura­do de Honor es el colo­fón de esta proeza que suma al méri­to de este chef, ade­más de ser un gran pres­crip­tor de jóve­nes pro­me­sas de la coci­na de la pro­vin­cia.

Miguel Barre­ra en Cal Para­dís.

Con pro­yec­tos com­ple­men­ta­rios como ase­sor, Miguel ha ido man­te­nién­do­se en las horas más bajas de la hos­te­le­ría redu­cien­do el equi­po de su casa a la míni­ma expre­sión, vol­vien­do así al ori­gen de empre­sa fami­liar. Una ince­san­te peti­ción de cola­bo­ra­cio­nes como for­ma­dor, jura­do, pres­crip­tor…, en paí­ses como Méxi­co, Ale­ma­nia, Japón, o Emi­ra­tos Ára­bes, comien­zan a ser habi­tua­les en su agen­da, ya que estos paí­ses han caí­do ren­di­dos ante el dis­cur­so y saber del de Vall d’Alba. Lás­ti­ma que los focos nacio­na­les pasen muchas veces de lar­go, no sien­do el nom­bre de Miguel Barre­ra de los pri­me­ros que sue­nen en la men­te del públi­co y la pren­sa cuan­do se habla de alta coci­na. Nadie es pro­fe­ta en su tie­rra.

Miguel es de los que res­ta impor­tan­cia a sus méri­tos, se ha acos­tum­bra­do al paso a paso y al éxi­to del día a día, espe­cial­men­te con sus clien­tes que se acer­can has­ta la peque­ña Vall d’Alba sólo por cono­cer­le, algo que tam­bién tie­ne un gran méri­to. Cal Para­dís está ocul­to tras unos setos ver­des en una de las ave­ni­das de Vall d’Alba, lo que le da un halo de pri­va­ci­dad y de expec­ta­ción. Entrar es como lle­gar a casa de un ami­go: aco­ge­dor, con un sofá y una libre­ría reple­ta de edi­cio­nes de coci­ne­ros, guías gas­tro y mul­ti­tud de galar­do­nes. La bien­ve­ni­da de Ánge­la es cáli­da y agra­da­ble, y hay opción de ele­gir mesa en sala o en unos reser­va­dos tam­bién aco­ge­do­res, si vas en gru­po.

Vino Blanc dels Cirers, de Cas­te­llón.

La sala es amplia, lumi­no­sa, con vis­tas al Valle y a los cul­ti­vos de la zona: oli­vos, almen­dros, aro­má­ti­cas y huer­ta. De uno de los huer­tos cer­ca­nos sale la “toma­ta de pen­jar” que tan­to ha dig­ni­fi­ca­do Miguel. Pese a ser bas­tan­tes comen­sa­les, me lla­ma la aten­ción la tran­qui­li­dad del ambien­te. Nada mejor que inver­tir en inso­no­ri­za­ción. Un menú eje­cu­ti­vo “Ruta de sabor” a medio­día entre sema­na (55€); un degus­ta­ción “Gas­tro Mer­cat” (95€); y el menú lar­go “Menú Miguel Barre­ra” (130€), que es una com­pi­la­ción de sus éxi­tos y un reco­rri­do por toda la pro­vin­cia de Cas­te­llón. Es sába­do y hemos veni­do a jugar, así que ele­gi­mos éste. Nar­cís Dina es el sumi­ller, quien nos atien­de de for­ma muy ama­ble y nos con­fie­sa que pre­fie­re pres­cri­bir­nos a mari­dar­nos. Lo agra­de­ce­mos. Sólo nos pone una con­di­ción, pese a con­tar con una exten­sa bode­ga, quie­re pro­po­ner­nos vinos de Cas­te­llón. Tra­to hecho.

En la mesa no fal­ta el pan arte­sano de Blanch, que ama­sa según la rece­ta de Miguel, y el AOVE eco­ló­gi­co del Maes­trat Lo Cane­tà. Nar­cís nos pro­po­ne un Blanc dels Cirers, de Bode­gas Miguel Juan Vidal de Les Use­res. Un maca­beo y mal­va­sía en barri­ca muy fres­co e intere­san­te. Arran­ca­mos con una hoja de shisho fri­ta con gam­bi­ta y agua­ca­te, un boca­do cru­jien­te y sabro­so con espe­cial men­ción a la tex­tu­ra de la gam­ba. Una coca de boque­rón mari­na­do con almen­dra tier­na es per­fec­to para con­ti­nuar, con su ras­pa cru­jien­te. Tar­ta­le­ta de habi­tas y tom­bet (el gui­so típi­co de la zona, una oda a la coci­na labrie­ga de apro­ve­cha­mien­to), es un gol­pe a la memo­ria gus­ta­ti­va, con unas habi­tas lágri­ma en una tex­tu­ra de “click”. Segui­mos con estos boca­di­tos de entran­tes con un Brio­che de tupi­nam­bo y “car­ne de perol”, de nue­vo se acti­va el recuer­do de esa pelo­ta de coci­do con el fon­do de cal­do de pacien­cia. Reco­noz­co que en esta oca­sión el brio­che no tenía la tex­tu­ra aérea que debe­ría, pero se com­pen­sa con el cora­zón de car­ne tra­di­cio­nal. Puro des­pis­te. Sigue el “Menú Miguel Barre­ra” con una yema de eri­zo, con hue­vas y cre­ma de pue­rro impe­ca­ble, y con­ti­nua un taco de “cap i pota” de ter­ne­ra, chi­pi­rón y kim­chi, una de las pri­me­ras ela­bo­ra­cio­nes de cas­que­ría que me han entu­sias­ma­do en el menú, y que serán una tóni­ca ascen­den­te en el reco­rri­do. Es una mues­tra de las bases de la filo­so­fía de Miguel: el apro­ve­cha­mien­to. La pata del pollo, otro de los ele­men­tos dese­cha­dos en coci­na (en pocas pae­llas de res­tau­ran­te se pue­de encon­trar ya, y yo soy de las que la rebus­co sin pie­dad cuan­do sé que está…), la pre­sen­ta Miguel a l’ast, des­hue­sa­da y cru­jien­te. La magia de la téc­ni­ca. Es sor­pren­den­te, cho­can­te y muy poten­te.

Toma­ta de pen­jar, el gran man­jar de Alca­là de Xivert.

La “toma­ta de pen­jar” con la sar­di­na de bota entran en el momen­to jus­to para refres­car, en uno de los pla­tos icó­ni­cos de Miguel. No falla. Ostra de la mon­ta­ña, lige­ra­men­te gui­sa­da y con una papa­da ibé­ri­ca semi­trans­pa­ren­te que da paso a una caba­lla mari­na­da con judías ver­des, sala­zo­nes y pepino, con­ti­núa apor­tan­do fres­cor, pero des­de la ele­gan­cia y des­de el sabor a la huer­ta, dan­do paso a otra de las ela­bo­ra­cio­nes cas­que­ras de Miguel: gui­so de callos de baca­lao con borra­ja sil­ves­tre. Impe­ca­ble, untuo­so y con un pun­to salino per­fec­to. Equi­li­bra­do con la borra­ja para des­en­gra­sar. Entra en acción el cone­jo de ojo negro, otro de los feti­ches de Miguel Barre­ra. Cria­do en peque­ñas explo­ta­cio­nes de la pro­vin­cia, es de una cali­dad fan­tás­ti­ca y de un sabor a ver­dad. Vie­ne esca­be­cha­do, con sus riño­nes y con la rei­na de la huer­ta de Beni­car­ló: la alca­cho­fa. Para esta secuen­cia cam­bia­mos a un tin­to tam­bién de IGP Cas­te­lló, un Monas­trell Clo­tàs M, de bode­gas Vicen­te Flors, el ban­que­ro que se reti­ró para hacer vino en Les Use­res.

Espá­rra­go con sopa de maíz.

Un espá­rra­go de Tude­la con sopa de maíz y garum es el suce­sor per­fec­to para un toque fres­co, sabro­so y curio­so, y que da paso al míti­co “Arro­ci­to de Cas­te­lló”, con su “sepio­net de pun­xa”, los lan­gos­ti­nos de Vina­roz, el rape de la lon­ja del Grao, la alca­cho­fa de Deno­mi­na­ción de Ori­gen y el fumet con el mejor pes­ca­do de roca. No fal­ta el arroz de D.O Valen­cia. Segui­mos con un sal­mo­ne­te de roca con jugo de sus espi­nas, una mues­tra más de que la cer­ca­nía al mar de la Vall d’Alba ha mar­ca­do a Miguel en su tra­yec­to­ria y un “Peix de llot­ja” de cali­dad dife­ren­cia­da. Un pun­to per­fec­to y una poten­cia de sabor muy logra­da. Nue­vo gol­pe a la memo­ria gus­ta­ti­va de todo habi­tan­te del Medi­te­rrá­neo. Una molle­ja con cre­ma de chi­ri­vía y ceni­za, apa­re­ce en un boca­do para recor­dar­nos que la cas­que­ría es cosa de Miguel.

Callos de baca­lao.

El últi­mo pla­to sala­do es a base de cor­de­ro lechal des­pie­za­do, en tan­to que se pre­sen­tan algu­nas de sus par­tes en boca­dos gui­sa­dos en sus pro­pios hue­sos, con una cre­ma de sus sesos. No fal­ta una peque­ña molle­ja y sus riño­nes. De nue­vo, espec­ta­cu­lar. Lle­ga el momen­to dul­ce con pos­tres a base de pana­cot­ta con hela­do de lima y apio, que vie­ne per­fec­ta para refres­car, y una man­za­na al horno con hela­do de alga­rro­ba toque de cítri­cos y piño­nes garra­pi­ña­dos, que es el final fetén. Nar­cis acier­ta con el “A mi aire” Vimel de Vicen­te Flors, una mez­cla de gar­na­chas tin­ta, tin­to­re­ra y pelu­da ven­di­mia­das antes de tiem­po y fer­men­ta­das en dama­jua­nas a las que se le aña­de miel eco­ló­gi­ca para segun­da fer­men­ta­ción. Un cara­me­lo líqui­do. Café orgá­ni­co y petits fous case­ros para acom­pa­ñar la sobre­me­sa.

Pana­cot­ta con hela­do de lima y apio.

Aun­que con algún que otro acha­que pro­pio de la pro­fe­sión y algún momen­to per­so­nal com­pli­ca­do en los últi­mos tiem­pos, Miguel está muy en for­ma en coci­na, con una ofer­ta ambi­cio­sa, tra­ba­ja­da y con pla­tos a los que no les fal­ta moti­vo para con­ver­tir­se en icono de la pro­vin­cia. No deja de via­jar para ense­ñar y apren­der, y mira al futu­ro tran­qui­lo pese a saber que, de momen­to, no tie­ne rele­vo fami­liar, ya que siguió la saga de alen­tar a los hijos a estu­diar para salir del sec­tor.

Y vol­vien­do al prin­ci­pio, reto­ma­ré la idea de méri­to y la evi­den­cia del  y esfuer­zo de  Miguel y El Para­dís como ejem­plo, pues ha sido capaz de man­te­ner la exi­gen­cia de los galar­do­nes en una pla­za ale­ja­da para el públi­co y para la plan­ti­lla (no es fácil pedir al equi­po renun­ciar a la vida cos­mo­po­li­ta para vivir en un muni­ci­pio de inte­rior con 2000 habi­tan­tes, pese a ser una joya rural),  y con una cons­tan­te fide­li­dad al pro­duc­to, al terri­to­rio, a sí mis­mo y a unos obje­ti­vos de via­bi­li­dad por enci­ma de otros de visi­bi­li­dad. Miguel Barre­ra es pura auten­ti­ci­dad y su coci­na un moti­vo de peso para cual­quier día reco­rrer el inte­rior de Cas­te­llón.

Cró­ni­ca de la visi­ta rea­li­za­da el 22 de abril de 2022

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