Kike y Enric Andrés.
Buen producto y frescura en un ambiente familiar
Ángeles Ruiz
Este restaurante de cocina de mercado que se gestiona de forma familiar es toda una buena dirección gastronómica. El propietario, Kike Andrés, es el cocinero, y su hijo Enric atiende la sala. El nombre del restaurante obedece a razones sentimentales: Karabuena era el apodo del abuelo de Kike, y añadieron Ton por la tonyina (atún), negocio al que Kike se dedicó antes de abrir este establecimiento.
Aquí se pretende hacer todo bien, con amor y respeto a la cocina. No digo yo que alcancen la excelencia, pero es notable el esfuerzo y se agradece encontrar de vez en cuando locales de estas características, auténticos, y no franquicias de cartón o negocios creados por personas que quieren invertir, pero que son ajenos al oficio de hostelero.
Merece la pena comenzar probando las croquetas de coca amb tonyina. Ya saben ustedes, la coca típica que consumimos en Alicante los días de les Fogueres de Sant Joan. Tienen el mismo sabor que la coca original, tanto es así que si Ferran Adrià hubiera sido alicantino lamentaría que no se le hubiera ocurrido a él.
Después llegaron las ensaladas, un mix de las distintas que ofrecen en la casa, servidas en la misma bandeja: una buena zanahoria encurtida, tomate, pulpo, pepino y rabanitos, espencat, pericana… Rico y variado.
El calamar a la andaluza, la ensalada de rape o las albóndigas de sepia también constituyen un buen comienzo. Nos gustaron los lleteroles (mollejas de cabrito con alcachofitas, tomate seco y ajos tiernos).
Los pescados a la brasa son otra de sus especialidades, desde pescado de escama entero o al corte hasta sepia o calamar de potera. Probamos un mero fresco servido con patatas y ajos fritos, hecho al estilo casero, que no podía estar mejor de punto. Y un rape con tomate y patatas panaderas como lo haría nuestra abuela.
También ofrecen en la carta arroces de carne y de pescado. Nos hubiera gustado probar uno tradicional alicantino de antaño, como el de morena, pero abastecerse de ese producto no es tarea fácil, la mar no es una ciencia exacta. Nos contentamos con uno de atún, sepia, alcachofas y ajetes bien ejecutado.
En otras ocasiones nos hemos decantado por los tentadores fideus rosellats de atún y gambitas o de magro, conejo y caracoles, que están entre nuestros preferidos.
Vemos que en la mesa del al lado sirven, como si de un restaurante oriental se tratara, una gallina frita de cabeza a cola, no de las que vuelan, sino de las que van por la mar (cabracho). Hace unos instantes la hemos visto en la vitrina, bien sonrosada, junto alguna que otra pieza de buen calibre como el mero, el rape o el san pedro. La mesa celebra la presentación y comienza a rosegar.
Última visita 16/05/2024
GALERÍA detallada (fotos Ángeles Ruiz):