Santi Sánchez.
Producto y calidad con vistas al mar
Ángeles Ruiz
Santi es un oasis en el desierto del Muelle de Levante en Alicante. Y no es que no existan locales donde dar cuenta de una paella o un pescado frito en ese espacio marítimo, es que es el único que ofrece la calidad, atención y frescura que buscamos.
El negocio lo emprendió Santiago Sánchez Gallego, padre del actual propietario, Santi, quien empezó con una cafetería y churrería para posteriormente montar en Alicante, en la Avenida de la Estación, la primera franquicia de la marca Segafredo que hubo en España. Comenzó de forma modesta. Santi cuenta que se hizo con una clientela despachando de buena mañana carajillos o ponche en vaso de tubo a los obreros de la zona con el doble de alcohol que ponía la competencia.
Ya en el negocio del puerto, entre litronas y platos de lentejas, fueron mejorando la marcha del negocio. Sólo hay que echar un vistazo a su vitrina para apreciar el salto de gigante que ha mediado entre aquellos inicios empresariales y el restaurante que tienen hoy. Estamos hablando de una vitrina repleta de gamba roja de buen calibre, quisquilla, cigalas, gamba blanca, rodaballo, mero…
Famosos son sus boquerones al limón, que la clientela solicita. Sin una espina, ricos en su desnudez con un buen aceite de cítrico y perejil.
Entre las entradas sorprenden las croquetas de coca amb tonyina así como la tortilla de erizos.
La langosta con huevo frito y patatas a lo pobre lleva el toque de la casa, consistente en una salsa de gambas, trigueros y tomate seco. Confieso que no la hemos probado, pero no se resistirá en la próxima visita. Teníamos el recuerdo tan vivo de la langosta Primus inter pares del Molí de la Sal en Formentera, que no quisimos empañar su memoria.
Una de las especialidades son los pescados como el rodaballo o el lenguado con piñones, la merluza a la plancha, con ajos y gambas, o la merluza ladriñan (gamba roja, cigala y mejillones).
Los arroces están bien ejecutados. A elegir entre negro; a banda; con manitas de cerdo, pollo, garbanzos y alcachofas; o con bogavante. Este último se puede degustar seco o meloso.
Son recomendables los canelones de rape, así como la fideuà de gambas, atún y calamar, que preparan al estilo rossejat de fideus (los fideos finos se doran –rossejen– antes de cocinarlos y se terminan al horno), un clásico plato del recetario popular económico que puede enriquecerse añadiendo todo el pescado y marisco que se desee. Los fundamental es que lleve un buen fumet de pescado, que quede sabroso y que los fideos se presenten de pie, firmes, como soldados alineados en instrucción. El restaurante Santi lo logra.
Los postres, en cambio, merecen una revisión. No es que no estén buenos, es que los tiempos van demandando otras presentaciones que vayan más allá del barquillo de canela, la nata o la crema chantilly.
El local es espacioso y las vistas a los pantalanes del puerto, con el fondo del castillo de Santa Bárbara y la Casa Carbonell, no pueden ser más bonitas. Santi, el propietario, ejerce de anfitrión y tiene tanta experiencia profesional y psicología adquirida en barra, que es capaz de fidelizar a la clientela con dos gestos.
Últimas visitas 2/6/2023 y 15/6/2023
Fotos: Ángeles Ruiz.