Una maravilla gastronómica italiana llamada polenta

Si pen­sa­mos que la his­to­ria de la polen­ta, un pla­to ela­bo­ra­do a base de hari­na de maíz, se pier­de en la noche de los tiem­pos, nos equi­vo­ca­re­mos. La his­to­ria del maíz en el con­ti­nen­te euro­peo tie­ne poco más de cin­co siglos. Fue­ron los explo­ra­do­res espa­ño­les y por­tu­gue­ses quie­nes lo tra­je­ron, al regre­sar de las Amé­ri­cas, en for­ma de sacos escon­di­dos en las bode­gas de los galeo­nes.

La difu­sión de este cereal por la vie­ja Euro­pa empe­zó en las pri­me­ras déca­das del siglo XV. Pron­to, debi­do a su bajo bajo cos­te de pro­duc­ción, se con­vir­tió en el ali­men­to bási­co de la pobla­ción más des­fa­vo­re­ci­da como cam­pe­si­nos, pas­to­res, etc. Muy pron­to lle­gó a Ita­lia. Y fue allí don­de, según todos los indi­cios, nació la polen­ta.

Pero cuan­do habla­mos de la polen­ta tene­mos que refe­rir­nos, sobre todo, a la ciu­dad de Bér­ga­mo, la her­mo­sa loca­li­dad lom­bar­da situa­da al nor­des­te de Milán, camino de los Alpes. En la actua­li­dad, a Bér­ga­mo se la con­si­de­ra la capi­tal de la polen­ta gra­cias, en gran medi­da, a la pelí­cu­la “L’al­be­ro degli zoc­co­li” (El árbol de los zue­cos, de Ermanno Olmi, pal­ma de oro en el fes­ti­val de Can­nes de 1978), en la que se refie­re a la polen­ta como el pla­to prin­ci­pal de una fami­lia cam­pe­si­na de prin­ci­pios del nove­cien­tos en la lla­nu­ra ber­ga­mas­ca. Dos años antes, Ber­to­luc­ci tam­bién mos­tra­ría a las modes­tos tra­ba­ja­do­res agra­rios comien­do polen­ta de mane­ra comu­nal en su afa­ma­do film Nove­cen­to.

La polenta en la actualidad

El maíz para pre­pa­rar la polen­ta.

A día de hoy, tal como nos comen­ta Simo­ne Pac­ca­ne­lli, hos­te­le­ro ber­ga­mas­co ins­ta­la­do des­de hace años en Valen­cia, al fren­te de su res­tau­ran­te Simon Boc­ca­ne­gra, en Ruza­fa, “si vamos a comer en cual­quier res­tau­ran­te de Bér­ga­mo obser­va­re­mos que la ofer­ta de polen­ta es amplia: podre­mos encon­trar dife­ren­tes tipos de polen­ta y con varias cla­ses de deno­mi­na­ción”.

“Polen­ta bra­ma­ta, moli­da a la pie­dra –expli­ca Simo­ne–. Tam­bién la Polen­ta tarag­na. La pala­bra tarag­na vie­ne del bas­tón que se uti­li­za para mez­clar la polen­ta (tarai en dia­lec­to val­te­lli­ne­se) y (tarél en ber­ga­mas­co). La polen­ta tarag­na se pre­sen­ta en la actua­li­dad agre­gan­do grano sarra­ceno, man­te­qui­lla y que­sos típi­cos de la comar­ca, pero se pue­de pedir tam­bién sin que­so”.

Simo­ne sigue expli­cán­do­nos las cla­ves de esta sémo­la de máiz, cuyos ver­da­de­ros sabo­res de un autén­ti­ca polen­ta resi­den en las varie­da­des autóc­to­nas del maíz que se uti­li­za:

El Spi­na­to de Gan­dino, el Ros­tra­to di Rovet­ta, el Nos­tra­mo dell’I­so­la y el Ros­tra­to dell’I­so­la Ambi­ve­re.

La polenta en las casas durante las fiestas

Polen­ta case­ra.

En la mayo­ría de los pue­blos de los valles de la región ber­ga­mas­ca se pue­den encon­trar le sagre (fies­tas) de la polen­ta. En ellas los mejo­res exper­tos en el arte de coci­nar el maíz para obte­ner la polen­ta y los mejo­res res­tau­ran­tes mues­tran sus mejo­res habi­li­da­des ante todos los invi­ta­dos a estos even­tos. No en vano se dice que la polen­ta tie­ne una fuer­te car­ga social. Eso sig­ni­fi­ca que es uno de esos pla­tos que se come en com­pa­ñía y nun­ca debe fal­tar cuan­do hay invi­ta­dos, algo así como la pae­lla valen­cia­na, pero a la ita­lia­na.

Tra­di­ción culi­na­ria que se pasa de gene­ra­ción en gene­ra­ción. En muchas casas toda­vía hay coci­nas que fun­cio­nan con fue­go de leña (de nue­vo, como la pae­lla) y nun­ca debe fal­tar su hoya de cobre y su tarél con los que se coci­na la polen­ta.

La receta

Ela­bo­ra­ción de la polen­ta.

La polen­ta tarag­na, al con­tra­rio que la polen­ta clas­si­ca, se pre­pa­ra con una mez­cla mix­ta de hari­nas de maíz y grano sarra­ceno, la man­te­qui­lla y los que­sos de la comar­ca.

Ingredientes para 4 personas

330 gr. de hari­na de grano sarra­ceno

150 gr. de hari­na de maíz

330 gr. de que­sos de vaca de mon­ta­ña

150 gr. de man­te­qui­lla de los Alpes

2 lt. de agua y sal

¿Cómo preparar la polenta?

1) Her­vir el agua con la sal en una olla anti­adhe­ren­te, o mejor, de cobre. Mez­clar las dos cla­ses de hari­na y, cuan­do el agua entra en ebu­lli­ción, agre­gar­las en la olla, mez­clan­do con una vari­lla bati­do­ra para que no se hagan gru­mos. Cuan­do el com­pues­to empie­za a endu­re­cer­se, mez­clar fre­cuen­te­men­te con un cucha­rón de made­ra  duran­te una hora.

2) Mien­tras pre­pa­ráis la man­te­qui­lla y el que­so cor­ta­dos en cubi­tos, a pocos minu­tos del final de la coc­ción, agre­gar man­te­qui­lla, que­so y seguir mez­clan­do has­ta que la man­te­qui­lla se haya dese­cho y con el que­so se obten­ga una mez­cla homo­gé­nea.

Vues­tra polen­ta tarag­na esta­rá lis­ta cuan­do mez­clán­do­la notéis que los bor­des se des­pe­gan de la olla. En este pun­to, sacar­la del fue­go y ver­ter­la sobre una tabla de made­ra.

Quien sim­ple­men­te quie­ra pro­bar­la en su rece­ta más sen­ci­lla, bas­ta que se acer­que al res­tau­ran­te de Simo­ne, el Boc­ca­ne­gra, y pedir un buen pla­to de polen­ta que sue­le pre­sen­tar con sal­sa de bole­tus y acom­pa­ñan­do un buen gui­so de caza (cier­vo, o en oca­sio­nes, tam­bién jaba­lí). Los jue­ves por la noche, ade­más, Simo­ne pro­gra­ma músi­ca (jazz o buen folk) en direc­to para ame­ni­zar sus cenas. Magia ita­lia­na casi cen­tro­euro­pea en el cora­zón de Ruza­fa.

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