Labarra

Jose Serrano jun­to a sus hijas Ana y Car­la, y su her­ma­na Ampa­ro.

  • Valen­cia

  • Maes­tro Gozal­bo, 12 (esqui­na Con­de Altea)

  • 963 224 525

  • Abre de 9 de la maña­na a 12 de la noche, de mar­tes a vier­nes, el sába­do de 12 del medio­día a 12 de la noche, y el domin­go solo de 12 a 3 de la tar­de. Cie­rra todo el lunes y el domin­go por la tar­­de-noche.

  • Pre­cio medio: 30–35 € por per­so­na, vino apar­te.

Como en casa en el Ensanche

La fami­lia Serrano da de comer mejor que nadie en la esqui­na de Con­de Altea con Maes­tro Gozal­bo. Su res­tau­ran­te Laba­rra es una sabia com­bi­na­ción de comi­da case­ra que se renue­va a dia­rio y pro­duc­tos fres­cos del mar y exce­len­tes car­nes, con unos espa­cios inte­rio­res ama­bles y una terra­za con­cu­rri­da en el exte­rior.

Juan Lagar­de­ra

Hace dos déca­das pocos cono­cían la exis­ten­cia de Leh­man Brothers. A par­tir de 2007 se empe­zó a oír, pero la ban­ca de Esta­dos Uni­dos que­da­ba muy lejos. Jose Serrano detec­tó des­de su inmo­bi­lia­ria de la Gran Vía de Valen­cia que ese nego­cio empe­za­ba a resen­tir­se. Uno de los bajos que comer­cia­li­za­ba no había mane­ra de colo­car­lo en el mer­ca­do a pesar de ser per­fec­to para un nego­cio de hos­te­le­ría. El ladri­llo se hun­día, Serrano reu­nió a la fami­lia y toma­ron la deci­sión. Siem­pre le había gus­ta­do comer, y comer bien. Se que­dó el bajo, nacía así Laba­rra. 

Los Serrano rei­nan en el cór­ner gour­met del Ensan­che

El con­cep­to esta­ba cla­ro. Una casa de comi­das, con una coci­na sen­ci­lla y dis­tin­gui­ble, de buen pro­duc­to y sin arti­fi­cios. Todo el mun­do sen­ta­do, por­que en Valen­cia las barras no fun­cio­nan, no lo han hecho nun­ca. Así que Laba­rra cuen­ta en efec­to con una barra cen­tral, boni­ta, de már­mol, pero solo se uti­li­za para mos­trar géne­ro y como eje de apo­yo para el ser­vi­cio de sala. A su alre­de­dor, las mesas, como si fue­ra un casino valen­ciano de toda la vida, con man­te­le­ría de tela, piza­rras a la fran­ce­sa anun­cian­do las espe­cia­li­da­des y las pare­des con buen vino y doce­nas de foto­gra­fías y obje­tos que com­po­nen un colla­ge de amis­ta­des y per­so­nas que acu­den al local. Y sobre todo, las mesas del exte­rior, en la esqui­na de Con­de Altea con Maes­tro Gozal­bo, una de las más apa­ci­bles y cer­ca­nas del Ensan­che al sur de la Gran Vía.

Ambien­te en el inte­rior de Laba­rra.

Serrano des­ple­gó sus dotes de buen comer­cial y agra­de­ci­do gour­met. Com­pra buen géne­ro y deja en la coci­na a Raúl Zara­go­za, un gui­san­de­ro sol­ven­te que, ade­más, domi­na la fri­tu­ra y la plan­cha. En la barra orga­ni­za Ana Serrano, quien se dejó la Arqui­tec­tu­ra para acom­pa­ñar a su padre en el pro­yec­to de res­tau­ra­ción. Había que esfor­zar­se y levan­tar un nego­cio. Laba­rra abre de bue­na maña­na a la noche. Solo cie­rra los lunes y el reco­gi­do domin­go cuan­do cae el medio­día.

Las fotos y los recuer­dos deco­ran Laba­rra.

Ana levan­ta las per­sia­nas en la maña­na: cafés con leche, almuer­zos, tor­ti­llas… Jose bus­ca bue­nos pro­vee­do­res: tie­ne fres­co todos los días algo de maris­co y pes­ca­do, des­de ostras a gam­ba raya­da o zam­bu­ri­ñas y sepio­nets que salen per­fec­tos de la plan­cha. Hay fri­tu­ra de pes­ca­di­tos, cló­chi­nas en tem­po­ra­da y muy buen baca­lao que se pre­pa­ra con un deli­cio­so pis­to, y len­gua­dos o atún. Las alca­cho­fas rebo­za­das se sir­ven en gran­des cuen­cos al medio­día, al igual que las sabro­sas bra­vas o la beren­je­na a la cor­do­be­sa, con el toque de miel. Las car­nes de vacuno son leo­ne­sas y galle­gas, exce­len­tes, al igual que el cor­de­ro.

Sepio­nets a la plan­cha, las “cas­tan­ye­tas”.

Zam­bu­ri­ñas.

El éxi­to de Laba­rra no ha con­sis­ti­do, que tam­bién, en dar ser­vi­cio casi todo el día, des­de el café des­per­ta­dor a las copas de la tar­de en su cór­ner bulli­cio­so. La cla­ve han sido sus pla­tos de cucha­ra: las len­te­jas con jamón y cho­ri­zo, el gaz­pa­cho man­che­go de cone­jo con aro­mas de mon­ta­ña, el arroz al horno, la pae­lla domi­ni­cal y, sobre todo, el coci­do madri­le­ño de los vier­nes por el que los asi­duos del barrio son capa­ces de reser­var con varios días de ante­la­ción, un coci­do de fideos, eso sí, pero muy untuo­so, con los gar­ban­zos muy bien coci­dos al igual que la galli­na y la garre­ta de ter­ne­ra. Como en un bis­tró fran­cés, todos los días se renue­va la ofer­ta bási­ca del medio­día, siem­pre tra­tan­do de recu­pe­rar para la clien­te­la los sabo­res de la memo­ria domés­ti­ca que en casa ya no se coci­nan.

Len­te­jas con jamón y cho­ri­zo.

El vuel­co de ver­du­ras, gar­ban­zos y car­nes del coci­do de los vier­nes.

Fotos: Adol­fo Pla­sen­cia

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