Casa Baldo

Bares, Barras y Tabernas

Uno de los come­do­res de Casa Bal­do.

  • VALENCIA

  • Calle Ribe­ra, 5 (en la zona pea­to­nal, jun­to al pasa­­je-calle de Hor­ne­ros).

  • 960 815 729

  • Abier­to todos los días del año. De lunes a domin­go, de 9:30 de la maña­na a 1 de la madru­ga­da.

  • Pre­cio medio 30/45 €

    Almuer­zo 7,50/8,50 €

Tapeo valenciano en ambiente parisino

Juan Lagar­de­ra

El nue­vo Casa Bal­do es el resul­ta­do de la con­fluen­cia de dos his­to­rias. La pri­me­ra pro­ce­de de Chi­va, cuan­do la fami­lia Mar­gós creó un for­mi­da­ble chi­rin­gui­to de pae­llas a leña, al modo de la fra­gua de Vul­cano, para la red de cha­lets que hace de esa zona valen­cia­na una de las más pobla­das de segun­das resi­den­cias de Espa­ña. La siguien­te gene­ra­ción Mar­gós apren­dió el ofi­cio del arroz y puso en mar­cha un res­tau­ran­te en toda regla, Les Bai­re­tes, y de ahí sal­ta­ron a Valen­cia, crean­do un reno­va­do gru­po de res­tau­ra­ción con la deci­di­da idea de des­em­bar­car en espa­cios emble­má­ti­cos de la tra­di­ción valen­ti­na: la cafe­te­ría del legen­da­rio Trin­quet Pela­yo, un res­tau­ran­te fren­te a la entra­da prin­ci­pal del Mer­ca­do Cen­tral (Vaque­ta Gas­tro Mer­cat) y final­men­te Casa Bal­do, en la zona pea­to­nal de la calle Ribe­ra y el estre­cho pasa­je de Hor­ne­ros.

Casa Baldo

Terra­za de Casa Bal­do en la calle pea­to­nal de los Hor­ne­ros.

La segun­da his­to­ria es la de esas calles, fru­to de las refor­mas urba­nas del pri­mer ter­cio del siglo XX y que, des­de enton­ces has­ta hace bien poco, con­cen­tra­ron la prin­ci­pal ofer­ta de res­tau­ra­ción de la ciu­dad de Valen­cia. Los loca­les maris­que­ros de Mos­sén Fema­des, la míti­ca Casa Balan­zá y la impo­nen­te cafe­te­ría Hun­ga­ria, o la mis­ma cafe­te­ría Lau­ria o los toda­vía añe­jos Tone­les. Un barrio cén­tri­co que ha vivi­do una suer­te de deca­den­cia asal­ta­da por los bare­tos para turis­tas que ofer­tan arro­ces indus­tria­li­za­dos o jamo­nes de rece­bo sin más expli­ca­cio­nes. No es fácil sobre­vi­vir a día de hoy, y con hones­ti­dad, en este micro­mun­do urbano. Que se lo pre­gun­ten al QTo­mas?: tuvo que emi­grar 300 metros para poder coger oxí­geno y una clien­te­la ade­cua­da.

Casa Bal­do era uno de esos espa­cios. Cen­te­na­rio, más bien peque­ño, al que recuer­do con una peque­ña máqui­na de file­tear embu­ti­dos y cuyos boca­di­llos de char­cu­te­ría fina cons­ti­tuían su prin­ci­pal recla­mo. Pues bien, el gru­po hos­te­le­ro Gas­tro­trin­quet (que así se lla­ma en honor a su pri­mer nego­cio en la capi­tal), con el coci­ne­ro Pablo Mar­gós al fren­te, adqui­rió esta Casa Bal­do y el local de enfren­te, enco­men­dan­do al reco­no­ci­do equi­po de inte­rio­ris­tas Jan­fri y Ran­chal la tarea de refun­dar­lo esté­ti­ca­men­te. 

Jan­fri y Ran­chal han logra­do una obra maes­tra del dise­ño. Un espa­cio sin­gu­la­rí­si­mo, que tie­ne el aire pari­sino de los ambien­tes apre­ta­dos pero ele­gan­tes, en los que se apro­ve­cha cada rin­cón para situar un ban­qui­to de asien­tos, una mesa o una vitri­na con lico­res u orna­men­tos deco­ra­ti­vos que hacen más exqui­si­to el lugar. Sóta­nos y segun­dos pisos se apro­ve­chan con una inte­li­gen­cia espa­cial fue­ra de lo común, de tal suer­te que han con­se­gui­do abrir come­do­res pri­va­dos, ins­ta­lar un amplio sis­te­ma de neve­ras de refri­ge­ra­ción para ali­men­tos, una zona de pae­lle­ros y otra de coci­na bajo tie­rra. Por momen­tos, pare­ce que este­mos en un sub­ma­rino de lujo.

casa baldo

Come­dor pri­va­do y barra de la refor­ma­da Casa Bal­do.

casa baldo

¿Y de la comi­da, qué? De nue­vo nos encon­tra­mos con una apues­ta por las tra­di­cio­nes valen­cia­nas moder­ni­za­das. Com­pi­ten en todos los cam­pos, en los desa­yu­nos y en el regre­so del almuer­zo (aho­ra tras­cen­di­do con tapi­ta y cara­ji­llo en quei­ma­da, el cre­maet, una bom­ba ener­gé­ti­ca para vol­ver a la ofi­ci­na y sopor­tar al jefe). Pero tam­bién a la hora de la comi­da y de las cenas, pues cuen­tan con pla­to del día entre sema­na y no dan abas­to las noches de las vís­pe­ras de fes­ti­vo.

Has­ta las 12 no paran de ser­vir boca­di­llos y cre­maets. Pro­ba­mos un buen pla­to de encur­ti­dos, un clá­si­co entre los clá­si­cos boca­di­llo de cala­ma­res a la roma­na (o anda­lu­za), con un pan cru­jien­te como pocos sir­ven en Valen­cia y una fri­tu­ra de lo más correc­ta, ade­más del pun­to ade­cua­do de mayo­ne­sa. Tal vez pocos cala­ma­res para tan­to pan, pero des­de lue­go com­pe­tía y ven­cía al de cla­si­quí­si­mo, casi pre­his­tó­ri­co de los Tone­les don­de lo que falla es el pan. 

Boca­di­llo de cala­ma­res a la roma­na con mayo­ne­sa.

A par­tir del medio­día ya se come (el turis­ta de la zona tie­ne unos hora­rios que a los valen­cia­nos nos resul­tan extra­va­gan­tes). Pro­ba­mos una correc­tí­si­ma ensa­la­di­lla rusa, unas gil­das per­fec­tas y un sal­pi­cón de pul­po, con el cefa­ló­po­do en su pun­to. No eran horas de arro­ces, que segu­ro que los bor­dan vinien­do de dón­de vie­nen (en car­ta ofre­cen has­ta sie­te pae­llas y/o arro­ces). Y cuen­tan con esos pla­tos que les han hecho famo­sos en el Trin­quet: la titai­na, las bra­vas y los buñue­los de baca­lao (y los torrez­nos de cer­do ibé­ri­co).

Sal­pi­cón de pul­po.

Gil­da de anchoa, pipa­rra y que­so.

Ensa­la­di­lla rusa.

Casa Bal­do sir­ve para reen­con­trar­se con lo mejor de la tra­di­ción valen­cia­na, refor­ma­da y moder­ni­za­da como solo los cora­ju­dos empren­de­do­res se atre­ven a aco­me­ter. No es fácil mez­clar cerá­mi­ca de Mani­ses con alu­mi­nios y már­mo­les con­tem­po­rá­neos, dise­ño con arte­sa­nía, boca­di­lle­ría y pae­llas con asa­dos afran­ce­sa­dos y que todo sea correc­tí­si­mo. Un lugar al que acu­dir con la abue­la y tam­bién con los nie­tos, inter­ge­ne­ra­cio­nal e inter­gé­ne­ro. El futu­ro valen­ciano ya está aquí.

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