Ángeles Ruiz / Alicante
La restauración en Alicante experimenta un momento efervescente. Constantemente se abren nuevos establecimientos, y la gran diversidad étnica que alberga el centro de la ciudad, se ve reflejada en su cocina. De entre ese cajón de sastre culinario que abarca la cocina: cubana, peruana, tailandesa, colombina, hawaina, japonesa, china, etc, hemos seleccionado tres de los que más nos gustan.
Empezamos por un chino, pero este no es un chino cualquiera. De entrada, nada de farolillos, terciopelo, sillas labradas, biombos o lámparas de papel, ni siquiera un Zhaocai Mao, el popular gato dorado de la suerte. La decoración no aporta pista alguna y bien podría confundirse con un bar de un barrio de la periferia.
Su dueña, Li Hua, que se ha rebautizado como Juana para que resulte más fácil a los españoles pronunciar y recordar su nombre. Ella montó en la antigua Cervecería Churruca de la calle Arquitecto Morell 14, su restaurante de cocina oriental. Los platos de su carta no son los habituales de los restaurantes chinos españoles. O al menos no todos. Disponen de los clásicos rollito de primavera y del pan de gambas, pero nunca se ha visto a nadie pedirlos aquí.
Conviene dejarse guiar por Javi, hijo de la propietaria, que en un perfecto castellano nos indicará cuales son las especialidades más interesantes.
De aperitivo llegan unos cacahuetes pero no tostados, como estamos acostumbrados a consumirlos, sino hervidos. Después llega la casquería en forma de tripa y la ternera con tofu. Nos gustan sus cangrejos fritos con salsa de jengibre, el tofú japones sobre bandeja quemada, la ensalada de pasta con verduras y las costillas de la casa.
Por encargo preparan Hot pot, plato de invierno cuyas raíces se pueden encontrar en las prácticas culinarias de los jinetes mongoles que cabalgaban a través de la estepa hasta el norte de China. Según cuenta la leyenda el recipiente que utilizaban para cocinar era su propio casco, en el que hervían agua y sumergían en ella trozos de carne. El pueblo chino construyó la gran muralla para defenderse de los ataques mongoles, sin embargo, no pudo evitar que este plato traspasara muros y se implantara en su cocina extendiéndose por todo el país. En inicio, era un plato básico en las casas en los días de invierno, pero ha pasado a ser consumido todos los días del año en cualquier lugar del imperio, incluso en los puestos callejeros.
El hot pot es un ejemplo de plato comunitario. Se cocina en el centro de la mesa. Al caldo del que parte se va añadiendo carne, que puede ser de cordero, vaca o pollo, lo fundamental es que esté cortada finalmente, a tiras, para que se haga antes y se enrolle sobre sí misma durante la cocción. También se agregan langostinos, verdura fresca de hojas, setas, bambú, azufaifa (ginjols), chile para darle un toque picante, fideos finos… Se acompaña de salsas. Requiere de paciencia, pues no se sumergen todos los ingredientes a la vez en el caldo, se van introduciendo poco a poco y siguiendo un orden.
Acaba la comida en Cervecería Churrruca con su ya clásico buñuelo de boniato y nos dispones a cruzar el mundo rumbo a América, para visitar Artesana Cocina Peruana en la calle Poeta Campos Vasallos 11.
Recomendamos el tiradito de ají amarillo que combina la frescura de la corvina con la potencia del tono picante, también la clásica causa limeña (papa con pollo desmenuzado o atún, ají y lima). Circula la historia de que este patriótico plato tiene su origen en la expedición que pretendía liberar Perú del régimen español. Las mujeres para recaudar fondos destinado a las tropas comenzaron a elaborar platos que se vendían en las plazas públicas. El más común de ellos era la papa sancochada con sal que pregonaban al grito de “por la causa limeña”.
Otra versión defiende que el libertador José de San Martín, en uno de sus discursos dijo: “El Perú desde este momento es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su ‘causa’ que Dios defiende.” El pueblo tomó estás palabras al pie de la letra y se lanzaron a vender “causa” para recaudar dinero para las tropas. Sea como fuere en Artesana Cocina Peruana nos sirven este patriótico plato acompañado de un pisco sour, la bebida peruana más popular, declarada Patrimonio Cultural de la Nación y que aquí elaboran con maestría.
Damos un salto en el mapa para situarnos ASIKA un restaurante con oferta de cocina asiática. Los orígenes de este restaurante se sitúan en el pueblo de chino de Qingtian, de donde es originaria la familia Yang, dueños del restaurante Asika. Desde su restaurante tiene la pretensión de transmitir sus valores y costumbres a través de la comida fusión. Se puede comer sentados en el tatami y con vistas a los amplios ventanales por los que se cuelan las copas de enormes ficus. La terraza cubierta es amplia y el comedor privado para un grupo reducido es atractivo.
Presentan una carta variada, tal vez demasiado, al incluir especialidades de cocina tailandesa, china y japonesa. Disponen de varios menús (18, 20, 22 y 25€)
El arroz y la soja son protagonistas. El arroz que, como reza en su carta, “es símbolo en la cocina asíatica de riqueza, prosperidad y felicidad” y la soja que está presente en varias de sus versiones: miso (pasta hecha con semilla de soja o cereales y sal marina fermentada con hongo Koji), edamame (vainas de soja verde recolectadas antes de que maduren) tofu (proteína de soja) brotes de soja (germinaciones de legumbre).
Nos gusta el pan bao de carbón negro que sirven, relleno de secreto ibérico con mayonesa teriyaki. Elaboran la clásica sopa Tom Kha Kai de leche de coco, pollo y setas, aunque difiere mucho de la versión clásica. No esta equilibrada. Ni están ni se le esperan entre los ingredientes la salsa de pescado, el lemongrass, la hoja de lima, la galanga y el picante, que dotan a este plato de complejidad de matices y originalidad. El sabor del coco lo inunda todo quedando en una simple sopa dulce y nada más. Pedimos también la ternera crujiente al wok con soja dulce y sésamo y los tallarines pad thai (que ofrecen en versión pollo, gambas o verduras.) También elaboran curris.
Sirven el té al estilo chino gongfu (que significa destreza que se adquiere a través de la práctica) sobre un chapán (plataforma de madera o bandeja que tradicionalmente se usaba para recoger el té que se derramaba en el proceso).